El brillo compartido
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Solares, dos astros muy especiales: la luna y el sol.
Pero a diferencia de lo que todos pensaban, estos dos astros no eran amigos, ¡eran rivales! Siempre peleaban en el cielo para ver quién brillaba más. La luna era blanca como la nieve y tenía una sonrisa dulce. Por las noches, iluminaba el paisaje con su luz plateada y hacía brillar las estrellas.
Pero a ella le encantaría poder brillar también durante el día. El sol, por otro lado, era amarillo como un limón maduro y siempre estaba radiante. Durante el día iluminaba todo con su esplendoroso brillo dorado.
Pero él deseaba poder ser admirado también durante la noche. Un día, cansados de pelear sin cesar en el cielo, decidieron hacer algo diferente. Decidieron bajar a la Tierra para buscar ayuda y aprender a trabajar juntos.
Cuando llegaron al pueblo de Solares, conocieron a Lucas, un niño curioso e inteligente que adoraba observar los astros desde su ventana todas las noches. La luna y el sol se acercaron tímidamente hacia él. "Hola Lucas", dijo la luna con una voz dulce. "Necesitamos tu ayuda".
"¿Mi ayuda? ¿Qué puedo hacer yo?", preguntó Lucas sorprendido. "Tú sabes mucho sobre nosotros", respondió el sol. "Queremos aprender a trabajar juntos para que ambos podamos brillar al mismo tiempo". Lucas se emocionó ante aquel reto tan especial.
Aceptó ayudarlos y les propuso una idea. Les dijo que en lugar de pelear, podrían turnarse para brillar. "La luna podría brillar durante la noche y el sol durante el día", sugirió Lucas.
"Así todos estarán felices y podrán disfrutar de ustedes en diferentes momentos". La luna y el sol se miraron sorprendidos. Aquella idea parecía tan obvia, pero nunca se les había ocurrido antes. Decidieron poner en práctica la idea de Lucas.
La luna comenzó a brillar con suavidad al atardecer, mientras que el sol resplandecía con todo su esplendor durante el día. Así, ambos astros pudieron ser admirados por igual.
El pueblo de Solares estaba encantado con este nuevo acuerdo entre la luna y el sol. Los niños jugaban bajo los rayos del sol, mientras que los mayores disfrutaban del hermoso brillo de la luna por las noches.
Lucas se convirtió en un héroe local por haber encontrado una solución pacífica para aquel conflicto celestial. Todos aprendieron una valiosa lección sobre la importancia del trabajo en equipo y la importancia de encontrar soluciones creativas a los problemas.
A partir de ese momento, la luna y el sol dejaron atrás sus rivalidades y descubrieron lo maravilloso que era trabajar juntos. Aprendieron a apreciar las cualidades únicas del otro y comprendieron que cada uno tenía su momento especial para brillar.
Y así, gracias a Lucas y su ingenio, todos vivieron felices bajo el cielo estrellado donde tanto la luna como el sol podían compartir su luz sin peleas ni rivalidades.
FIN.