El brillo de la amistad



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Sofía que vivía en una casa donde lamentablemente sufría maltrato por parte de sus padres.

Todos los días se escuchaban gritos y llantos provenientes de esa casa, pero nadie se animaba a intervenir. Un día, la vecina de al lado, Cristal, una trabajadora social con un corazón enorme, notó las marcas en el rostro de Sofía y decidió actuar.

Se acercó a la puerta de la casa y tocó con determinación. Los padres de Sofía abrieron sorprendidos y algo nerviosos. "Buenas tardes, soy Cristal, su vecina. He notado que Sofía tiene algunas marcas preocupantes en su rostro.

¿Podríamos hablar un momento?" -dijo Cristal con voz firme pero amable. Los padres de Sofía se mostraron reticentes al principio, pero finalmente accedieron a conversar con Cristal.

Esta les explicó quién era y cuál era su labor como trabajadora social, además les ofreció ayuda para mejorar la situación familiar. Después de varias conversaciones y reuniones, los padres de Sofía comenzaron a darse cuenta del daño que le estaban causando a su hija.

Poco a poco fueron aceptando el apoyo ofrecido por Cristal y trabajaron juntos para cambiar la dinámica familiar. Sofía empezó a asistir regularmente a terapia con el apoyo de Cristal, quien se convirtió en una figura materna para ella.

La pequeña comenzó también a participar en actividades recreativas que le permitieron expresarse y sanar sus heridas emocionales. Con el tiempo, Sofía recuperó su alegría y confianza en sí misma. Ya no se escuchaban gritos ni llantos en aquella casa antes triste.

Ahora reinaba la armonía y el amor gracias al valiente acto de bondad de Cristal y al esfuerzo conjunto de todos los involucrados.

Y así, entre risas y juegos, Sofía aprendió que siempre hay personas dispuestas a ayudar cuando más lo necesitas, solo hace falta abrirles la puerta del corazón.

FIN.

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