El brillo de la amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, un niño llamado Mateo.
Mateo era diferente a los demás niños, tenía la piel de un color más oscuro y además caminaba con dificultad debido a su discapacidad en una pierna. Desde que empezó la escuela, Mateo sufrió bullying por parte de algunos compañeros. Lo molestaban por su color de piel y se burlaban de él por no poder correr y jugar como los demás.
Esto entristecía mucho a Mateo, quien no entendía por qué debían tratarlo así. Un día, durante el recreo, mientras jugaba en el patio del colegio, tres niños se acercaron hacia él riéndose.
"Miren al negrito lento, nunca va a poder alcanzarnos", se burló uno de ellos mientras los otros dos reían a carcajadas. Mateo sintió cómo las lágrimas asomaban en sus ojos, pero decidió no mostrar su dolor frente a ellos.
En cambio, se levantó con determinación y les dijo: "No me importa lo que piensen de mí. Yo soy valioso tal como soy. "Los niños quedaron sorprendidos por la actitud firme de Mateo. Se sintieron avergonzados por haber lastimado sus sentimientos sin razón alguna.
Esa misma tarde, decidieron acercarse a él para pedirle perdón sinceramente. "Mateo, queremos disculparnos por haberte tratado mal. Nos dimos cuenta de que estábamos equivocados y nos gustaría ser tus amigos", expresaron los niños arrepentidos.
Mateo los miró con cautela al principio, pero luego sonrió ampliamente y les tendió la mano en señal de aceptación. A partir de ese día, los cuatro niños se convirtieron en inseparables amigos.
Juntos aprendieron que la verdadera amistad va más allá del aspecto físico o las habilidades individuales; se trata de respetar y valorar a cada persona tal como es. Y así, Mateo descubrió que su diferencia no era un obstáculo sino una fortaleza que lo hacía único e especial.
Desde entonces, en el pueblo de Arcoiris reinó la alegría y la diversidad fue celebrada como algo maravilloso que enriquecía sus vidas día tras día.
Y así vivieron felices para siempre, recordando siempre la lección aprendida: nunca juzgar a alguien por su apariencia externa ni menospreciarlo por sus limitaciones.
FIN.