El Brillo de la Amistad
En un lejano lugar, se erguía un grandioso castillo, cubierto de enredaderas y sombras. Este castillo pertenecía a Ezra, un vampiro solitario que había decidido no salir al mundo exterior. Se decía que su corazón estaba lleno de tristeza, ya que había tenido malas experiencias en el pasado. Su miedo a ser herido lo mantenía encerrado, acompañado solo por el eco de su propia soledad.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, un chico curioso llamado Shen, conocido como "Blue Boy" por su cabello azul brillante, se topó con el imponente castillo. Intrigado, se acercó y golpeó la puerta. Para su sorpresa, la puerta chirrió y se abrió lentamente.
"¿Hola?" - llamó Shen, asomándose con cautela. "¿Hay alguien aquí?"
Ezra, al escuchar una voz, sintió un ligero escalofrío. Nadie había llegado a su puerta en mucho tiempo. Decidió asomarse desde una de las ventanas altas y observó al chico con curiosidad.
"¿Quién eres tú?" - preguntó Ezra, con una voz profunda y melancólica.
"Soy Shen, pero me dicen Blue Boy. Vine a ver el castillo. ¿Te gustaría que te hiciera compañía?" - respondió Shen, sonriente.
Ezra nunca había tenido compañía, pero el brillo en los ojos de Shen le hizo sentir un ligero destello de esperanza. Así que, a regañadientes, lo invitó a entrar.
Mientras pasaban los días, Shen y Ezra se volvieron amigos inseparables. Shen le contaba historias sobre el mundo exterior, sobre los colores de las flores y el sonido de las risas de los niños. Ezra, a su vez, compartía sus conocimientos sobre las estrellas y los misterios del castillo.
"¿Por qué no salís, Ezra? El mundo tiene tanto que ofrecer" - le preguntaba Shen.
"He sido herido antes. No quiero volver a sufrir" - respondió Ezra, con una tristeza en sus ojos.
Un día, mientras estaban en el jardín del castillo, Shen le propuso un juego.
"Vamos a hacer una carrera hasta ese árbol, ¡el último en llegar tiene que contar un chiste!" - dijo, señalando un robusto roble en el horizonte.
"¿Una carrera?" - preguntó Ezra, dudando. "¡No sé si quiero!"
"Pero sería divertido, ¡ven!" - insistió Shen, animándolo.
Con un profundo suspiro, Ezra aceptó. Sorprendentemente, la diversión de la carrera hizo que olvidara por un momento su miedo. Ambos corrieron, riendo y gritando. Era la primera vez en años que Ezra se sentía tan vivo.
Sin embargo, en medio de la carrera, Shen tropezó y cayó. Ezra, al escuchar el golpe, sintió un nudo en el estómago.
"¡Shen!" - gritó, corriendo hacia él.
Al llegar, vio que Shen se frotaba la rodilla, pero sonreía.
"¡Estoy bien, estoy bien! ¡Solo fue un tropiezo!" - dijo, riendo.
Ezra sintió un enorme alivio, pero también un destello de preocupación.
"¿Ves? Este es el riesgo de salir, puedes lastimarte." - dijo Ezra, con un brillo de preocupación.
"Pero también hay cosas maravillosas allá afuera, como nuestra amistad. No hay que tenerle miedo a las heridas, siempre se sanan, pero perderse la posibilidad de conectar con alguien especial puede ser más doloroso." - respondió Shen con sinceridad.
Las palabras de Shen resonaron en el corazón de Ezra. Empezó a darse cuenta de que su miedo podía estar impidiéndole vivir momentos inolvidables.
Decidido a hacerle frente a sus temores, aterciopelado por el entusiasmo de su nuevo amigo, Ezra finalmente propuso una aventura.
"¿Qué te parece si exploramos el bosque juntos? Sé que hay un arroyo que brilla con la luz de la luna…" - sugirió Ezra, con una chispa en sus ojos.
Shen sonrió radiante,
"¡Eso suena magnífico! ¡Vamos ya!"
Así, con pasos vacilantes, pero llenos de emoción, Ezra y Shen se aventuraron fuera del castillo, descubriendo un mundo nuevo que los rodeaba.
Juntos encontraron el arroyo, donde las luciérnagas danzaban entre las aguas. Ezra vio la belleza a su alrededor, y por primera vez, dejó de lado sus miedos. En ese momento supo que su amistad le había enseñado el valor de vivir y compartir momentos, incluso con el riesgo de ser herido.
Los días pasaron llenos de risas, aventuras y aprendizajes. Ezra ya no era solo un vampiro solitario; había encontrado la luz a través de la amistad de Shen. Juntos aprendieron que, a veces, enfrentarse a los temores es lo que nos lleva a descubrir las cosas más bellas de la vida.
Al regresar al castillo una noche, bajo un cielo estrellado, Ezra le dijo a Shen,
"Gracias por mostrarme que no tengo que temer al mundo. La vida es un regalo, y quiero vivirla contigo a mi lado."
"Siempre estaré aquí, amigo. ¡El mundo es mucho mejor cuando se comparte!" - le respondió Shen, con una sonrisa.
Y así, el vampiro solitario aprendió que la verdadera magia no provenía de su castillo, sino del amor y la amistad que había encontrado en el camino.
Desde ese día, Ezra ya no temía al mundo. Juntos exploraron más del hermoso bosque, y siempre recordaron que, aunque el miedo puede ser un gran obstáculo, la amistad puede ser el más brillante de los faros.
FIN.