El brillo de la amistad


Había una vez un perro llamado Lucas, quien era muy diferente a los demás perros. Tenía un pelaje brillante y colores vibrantes, mientras que los otros perros eran de colores más comunes.

Lucas se sentía especial y creía que no había otro perro tan maravilloso como él. Un día, Lucas decidió inscribirse en el colegio de perros del vecindario. Los otros perros estaban emocionados por conocerlo y hacerse amigos de alguien tan distinto.

Pero cuando intentaron acercarse, Lucas los rechazó con desprecio. "No necesito amigos comunes como ustedes", les dijo con altivez. Los demás se sintieron tristes y confundidos por la actitud de Lucas. No entendían cómo alguien podía sentirse superior solo por ser diferente.

Sin embargo, decidieron darle una oportunidad a Lucas y le propusieron diferentes actividades para demostrarle lo divertido que podían ser juntos. "Lucas, ¿te gustaría jugar a atrapar la pelota?", preguntó Beto, uno de los perros del colegio.

Lucas frunció el ceño y respondió: "Eso es demasiado fácil para mí". Entonces Lola, otra perrita del colegio, lo invitó a correr por el parque. Pero nuevamente Lucas rechazó la idea diciendo: "Yo corro más rápido que cualquier otro perro aquí".

Poco a poco, todos los demás intentaron incluir a Lucas en sus juegos y actividades diarias, pero él siempre encontraba una excusa para alejarse o menospreciarlos. Su actitud arrogante estaba causando tristeza entre sus compañeros caninos.

Un día, mientras Lucas caminaba solo por el parque, vio a un perro callejero llamado Max.

Max era un perro de raza mixta y no tenía un pelaje tan llamativo como el de Lucas, pero tenía una sonrisa amigable y ojos llenos de bondad. —"Hola" , dijo Max con entusiasmo. "¿Quieres jugar conmigo?"Lucas miró a Max con desdén y respondió: "No tengo tiempo para jugar contigo, soy mucho mejor que tú".

Max se acercó sin miedo y le dijo: "Lucas, ser diferente no te hace mejor que los demás. Todos somos especiales a nuestra manera". Las palabras de Max resonaron en lo más profundo del corazón de Lucas. Por primera vez, comenzó a reflexionar sobre su actitud egoísta.

Esa noche, Lucas decidió disculparse con sus compañeros del colegio de perros por su comportamiento arrogante. Les explicó cómo se había sentido superior debido a sus diferencias físicas y les pidió perdón por haberlos menospreciado.

Los demás perros aceptaron su disculpa y le dieron una segunda oportunidad a Lucas. A partir de ese día, él aprendió la importancia de valorar a todos los seres vivos sin importar cómo se vean o qué habilidades tengan.

Lucas se convirtió en un gran amigo para todos los demás perros del colegio. Juntos descubrieron que cada uno tenía algo especial que ofrecer al grupo. Y así fue como Lucas aprendió la valiosa lección de humildad y camaradería.

Desde entonces, nunca más volvió a creerse superior a los demás por ser diferente. Aprendió a aceptar y apreciar a todos los perros, sin importar su apariencia o habilidades.

Y así, en el colegio de perros, reinó la amistad y la igualdad, demostrando que ser diferente no significa ser mejor ni peor, sino simplemente ser único en su propia manera.

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