El brillo de la amistad


Había una vez un niño llamado Benjamín que vivía en una hermosa casa en el campo.

Benjamín era un niño muy valiente durante el día, pero cuando llegaba la noche y las luces se apagaban, sentía mucho miedo a la oscuridad. Una noche, Benjamín despertó a las 3: 00 de la madrugada con ganas de ir al baño. Pero al recordar su temor a la oscuridad, se quedó paralizado en su cama sin saber qué hacer.

El reloj marcaba las tres en punto y no había nadie más despierto en la casa para ayudarlo.

El miedo comenzó a apoderarse de él, pero entonces recordó lo que su abuelo le había dicho una vez: "Benjamín, los valientes también tienen miedo, pero lo importante es enfrentarlo". Con estas palabras resonando en su cabeza, decidió levantarse y enfrentar sus temores. Con mucho valor, Benjamín salió de su habitación y caminó por el pasillo oscuro hacia el baño.

Cada paso que daba parecía más difícil que el anterior. Su corazón latía rápido y podía sentir cómo sus piernas temblaban. Cuando finalmente llegó al baño, encendió la luz rápidamente para ahuyentar cualquier rastro de oscuridad.

Se sintió aliviado al ver todo iluminado y seguro. Sin embargo, cuando terminó de hacer sus necesidades y apagó la luz del baño para volver a su habitación, volvió aquel miedo tan familiar.

La oscuridad parecía acecharlo desde cada esquina del pasillo mientras regresaba a su habitación. Pero esta vez, Benjamín no se dejó vencer por el miedo. Recordó las palabras de su abuelo y decidió enfrentar la oscuridad una vez más.

- No tengo que tener miedo -se dijo a sí mismo en voz alta mientras caminaba-. Soy valiente y puedo superarlo. De repente, escuchó un ruido extraño proveniente del sótano.

El corazón de Benjamín se aceleró aún más, pero recordando su valentía, decidió investigar el origen del sonido. Bajó lentamente las escaleras hacia el sótano oscuro y silencioso. A medida que avanzaba, el miedo aumentaba, pero también lo hacía su determinación por descubrir qué estaba pasando.

Cuando llegó al final de las escaleras, encontró a su perro Max escondido detrás de unas cajas. Max también tenía miedo a la oscuridad y había estado escondido allí durante horas. Benjamín se dio cuenta de que no solo él tenía miedo en esa casa.

Decidió acercarse a Max y acariciarlo para tranquilizarlo. - No tengas miedo, Max -le susurró-. Juntos podemos enfrentar cualquier cosa. Con estas palabras llenas de amor y valentía, ambos subieron nuevamente las escaleras hasta llegar a la habitación de Benjamín.

Se acostaron juntos en la cama y poco a poco los dos fueron sintiéndose más seguros. A partir de esa noche, Benjamín entendió que todos tenemos miedos, incluso los seres queridos como Max.

Pero también aprendió que cuando nos apoyamos mutuamente y enfrentamos nuestros miedos juntos, podemos superar cualquier obstáculo. Desde aquel día, Benjamín y Max se convirtieron en los mejores amigos. Juntos, enfrentaron muchos desafíos y siempre encontraron el valor necesario para seguir adelante.

Y aunque a veces el miedo volvía a aparecer, siempre recordaban que la valentía estaba dentro de ellos y que podían superarlo. Y así, Benjamín demostró al mundo que incluso un niño pequeño puede ser valiente cuando se enfrenta a sus miedos.

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