El brillo de la amistad en días grises


José Ramón era un niño alegre y curioso que esperaba con ansias la Semana Santa cada año. Le encantaba ver las procesiones, comer los deliciosos dulces típicos de la época y pasar tiempo con su familia.

Sin embargo, este año algo había cambiado. El cielo se había nublado y las gotas de lluvia caían sin cesar sobre el pueblo de José Ramón. Las calles estaban vacías, las procesiones habían sido canceladas y todo parecía gris y triste.

José Ramón miraba por la ventana con melancolía, preguntándose si la Semana Santa sería igual de especial bajo la lluvia.

Un día, mientras observaba cómo las gotas golpeaban el cristal de la ventana, escuchó un suave golpeteo en la puerta. Al abrirla, se encontró con Mateo, un niño nuevo en el barrio que llevaba un paraguas colorido y una sonrisa radiante en el rostro. "¡Hola! Soy Mateo.

¿Quieres venir a jugar afuera? La lluvia no tiene por qué arruinarnos la diversión", dijo Mateo con entusiasmo. José Ramón dudó al principio, pero ante la alegría contagiosa de Mateo no pudo resistirse.

Se puso su impermeable amarillo y salió a jugar bajo la lluvia junto a su nuevo amigo. Saltaron en los charcos, construyeron castillos de barro y rieron hasta que sus estómagos les dolieron. "¡Esto es genial! Nunca pensé que podíamos divertirnos tanto bajo la lluvia", exclamó José Ramón entre risas.

Mateo asintió con una amplia sonrisa y le dijo: "Siempre hay formas de encontrar alegría incluso en los días grises. Solo debemos mirar las cosas desde otro ángulo".

Los dos niños pasaron horas jugando bajo la lluvia, olvidando por completo que estaban tristes por haberse cancelado las celebraciones de Semana Santa. Descubrieron que cada momento podía ser especial si se lo proponían y si tenían a alguien con quien compartirlo.

Al final del día, cuando regresaron empapados a sus casas, José Ramón se dio cuenta de que la Semana Santa seguía siendo especial para él, aunque no hubiera sido como esperaba.

Había encontrado una nueva forma de disfrutarla gracias a su amistad con Mateo y a su actitud positiva frente a los obstáculos. A partir de ese día, José Ramón aprendió a ver cada situación difícil como una oportunidad para crecer y encontrar felicidad.

Y aunque seguía deseando que llegara nuevamente la Semana Santa soleada del próximo año, sabía que siempre tendría a Mateo para hacer brillar incluso los días más grises con su luz interior.

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