El brillo de la autenticidad



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Lucas. Lucas era un chico muy especial, siempre mostraba su verdadero yo sin importar lo que los demás pensaran.

Era amable, generoso y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Lucas se encontró con una niña llamada Sofía. Sofía era nueva en el pueblo y se sentía un poco perdida.

Tenía miedo de acercarse a las personas y no sabía cómo hacer amigos. Lucas notó la tristeza en los ojos de Sofía y decidió acercarse a ella. "Hola, soy Lucas ¿Cómo te llamas?"-, dijo con una sonrisa amistosa.

Sofía miró sorprendida a Lucas y respondió tímidamente: "Hola, soy Sofía". A medida que pasaban los días, Lucas y Sofía se volvieron inseparables.

Juntos exploraron el pueblo, jugaron en el parque e incluso construyeron una casita en el árbol donde podían pasar horas charlando y riendo. Pero un día llegó al pueblo un circo itinerante. El circo era famoso por sus increíbles actos de magia y malabarismo. Todos los niños del pueblo estaban emocionados por verlo, incluido Lucas.

Lucas llevó a Sofía al circo ansioso por compartir esa experiencia con ella. Pero cuando entraron al espectáculo principal del circo algo extraño sucedió: todas las luces se apagaron repentinamente.

En medio de la oscuridad total, una voz resonante llenó el lugar: "¡Bienvenidos a la prueba de valentía! Aquellos que sean capaces de ser ellos mismos, abrirse a los demás, contar con Dios y amar incondicionalmente podrán encontrar la luz en medio de la oscuridad". Lucas y Sofía se miraron confundidos.

No entendían qué debían hacer para superar esa prueba. De repente, una pequeña llama apareció en el centro del escenario. Lucas y Sofía se acercaron lentamente a ella y notaron que era una vela encendida.

"Creo que esta es nuestra oportunidad", dijo Lucas emocionado. "Si somos nosotros mismos, abiertos a los demás, contamos con Dios y nos amamos mutuamente, podemos encontrar la luz".

Ambos niños tomaron la vela entre sus manos y comenzaron a caminar por el oscuro circo. A medida que avanzaban, la luz de la vela se volvía más brillante y podían ver claramente el camino frente a ellos. Finalmente llegaron al final del circo donde encontraron un cofre lleno de tesoros.

Pero lo más valioso no eran los objetos dentro del cofre, sino lo que habían aprendido durante esa experiencia: ser uno mismo, tener apertura hacia los demás, contar con Dios en su vida y amar sin condiciones.

Desde ese día en adelante, Lucas y Sofía compartieron su sabiduría con todos los niños del pueblo. Les enseñaron que cada uno es especial a su manera única y que al ser auténticos pueden encontrar la verdadera felicidad.

Y así fue como Lucas y Sofía vivieron felices para siempre ayudando a otros niños a descubrir su propia luz interior mientras continuaban siendo ellos mismos, abiertos a los demás, contando con Dios y amando incondicionalmente.

FIN.

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