El brillo de la estrella
do, pero su valentía lo impulsó a salir al patio para investigar. Al acercarse al lugar donde había caído la estrella fugaz, encontró una pequeña criatura brillante y colorida que parecía estar herida.
"¡Hola! ¿Estás bien?", preguntó Tomás con gentileza. La criatura levantó la cabeza con esfuerzo y respondió débilmente: "Soy una estrella mágica y he perdido mi brillo. Sin él, no podré volver al cielo". Tomás sintió compasión por la estrella y decidió ayudarla.
Con cuidado, la llevó a su habitación y buscó en su caja de tesoros algo que pudiera ayudarla a recuperar su brillo. Encontró un frasco lleno de polvo de hadas que le habían regalado en un cumpleaños.
"Creo que esto podría ayudarte", dijo Tomás mientras espolvoreaba un poco del polvo sobre la estrella. La habitación se iluminó con destellos mágicos y la estrella comenzó a brillar cada vez más hasta recuperar todo su esplendor.
La criatura saltaba de alegría, agradeciendo a Tomás por su bondad. "¡Gracias, gracias! Ahora puedo regresar al cielo", exclamó la estrella antes de elevarse lentamente hacia lo alto.
Tomás observaba maravillado cómo la estrella recuperaba su lugar en el firmamento, iluminando el cielo nocturno con su resplandor. Desde ese día, Tomás supo que siempre hay bondad en ayudar a los demás, incluso a aquellos que vienen de mundos lejanos.
Al día siguiente, cuando Tomás contaba emocionado lo ocurrido en el patio trasero aquella noche mágica, sus amigos no podían creerlo. Pero Tomás sabía en su corazón que las cosas extraordinarias pueden ocurrir cuando menos te lo esperas, solo hace falta un poco de valentía y generosidad para hacer posible lo imposible.
Y así fue como Tomás aprendió una valiosa lección aquella noche: nunca subestimes el poder de tu corazón para traer luz a aquellos que más lo necesitan.
Y desde entonces, cada vez que veía una estrella fugaz cruzando el cielo nocturno, recordaba aquella increíble aventura que cambió su vida para siempre.
FIN.