El brillo de la luna



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de altas montañas y grandes ríos, una joven llamada Luna. Ella era una mujer de espíritu libre y soñador que pasaba sus días explorando el bosque y observando las estrellas. Aunque su vida era tranquila, había algo que la inquietaba: el miedo a lo desconocido, el temor a lo que había más allá de las colinas.

Una noche, mientras contemplaba el cielo, decidió que era el momento de enfrentarse a sus temores. "¡Hoy es la noche en que conoceré lo que hay más allá!", se dijo a sí misma. Con una linterna en mano, se adentró en el oscuro bosque. Las sombras danzaban a su alrededor y el sudor comenzaba a brotar de su frente. Pero su pasión por descubrir lo inexplorado la mantenía en movimiento.

De repente, escuchó un ruido detrás de un árbol. Era un hombre alto, de piel negra como la noche. Luna sintió un sobresalto, pero decidió ser valiente.

"Hola, soy Luna. ¿Quién eres tú?", preguntó, con un pequeño temblor en la voz.

"Soy Rufus, el guardián de este bosque. Muchos temen las tinieblas, pero yo las protejo", respondió él con una voz profunda y tranquila.

Luna, con sus ojos brillantes como estrellas, decidió confiar en Rufus, así que le dijo:

"Quiero aventurarme más allá de las colinas, pero tengo miedo".

Rufus miró a Luna con compasión y le dijo:

"El miedo es como un palo, puede hacerte caer o ayudarte a levantarte. Depende de cómo lo uses".

Intrigada por sus palabras, Luna decidió que su miedo no la detendría. Juntos, comenzaron a caminar, compartiendo historias. Rufus le contó sobre los ríos que fluían con agua cristalina y sobre las estrellas que iluminaban la noche. Cada relato hacía que el miedo de Luna se desvaneciera un poco más.

Al final del camino llegaron a un claro, donde la luna brillaba intensamente. Era un lugar mágico, lleno de vida. La pasión de Luna aumentó al ver lo hermoso que era el mundo más allá de lo que conocía.

"¡Mirá!", exclamó Rufus, señalando el cielo. "Las estrellas te están esperando".

Luna abrió sus ojos en asombro al ver cómo esas estrellas brillaban como pequeñas luces en un mar de oscuridad. Comprendió que a pesar de las tinieblas, la luz siempre estaba ahí, sólo había que buscarla.

"Gracias, Rufus. Hoy aprendí que el miedo puede ser transformado en un faro de luz", dijo Luna con una gran sonrisa.

Sin embargo, en medio de su alegría, una nube oscura cubrió la luna y las estrellas comenzaron a desvanecerse. Rufus notó la preocupación en el rostro de Luna.

"No te asustes, esto es solo una prueba", le dijo. "Las nubes pasarán y la luz volverá. Lo importante es no perder la fe en el camino".

Luna cerró los ojos y, con determinación, comenzó a respirar profundamente, visualizando la luna brillando nuevamente. Al abrir los ojos, vio que la nube se desvanecía, y la luz de la luna resplandecía con más fuerza que antes.

"¡Lo logramos!", gritó Luna con alegría.

Desde ese día, Luna y Rufus se volvieron grandes amigos. Juntos continuaron explorando, descubriendo que el miedo era sólo un ladrón de sueños, y que con coraje y amistad, podían enfrentarse a cualquier desafío. A menudo regresaban al claro, donde la luna brillaba en su máximo esplendor, recordando que siempre había luz en cada noche oscura.

Luna aprendió que su pasión no solo la llevaría a lugares nuevos, sino que también le enseñaría a ser fuerte y valiente. Aprendió a ver los miedos no como obstáculos, sino como oportunidades para crecer.

Y así, en el pequeño pueblo, Luna se convirtió en un ejemplo para todos, recordándoles que la luz siempre brilla más brillante detrás de las tinieblas, y que la amistad y la valentía pueden iluminar el camino más oscuro.

Y cuando las noches llegaban y la luna pebía el cielo con su luz plateada, los habitantes del pueblo miraban hacia arriba y recordaban la historia de Luna y Rufus, su bella aventura en el bosque.

Desde entonces, tampoco le tuvieron miedo a la noche.

Fin.

FIN.

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