El brillo de la sabiduría compartida
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Brillantina, un hombre llamado Manuel que siempre presumía de ser el más inteligente de todos.
A cada rato se escuchaba decir: "Yo sé todo, no hay nadie que pueda superarme en conocimiento". Sin embargo, lo que Manuel no sabía era que en ese mismo pueblo vivía una mujer llamada Xenia, cuya inteligencia y sabiduría eran aún mayores.
Un día, el alcalde del pueblo decidió organizar un concurso de preguntas y respuestas para ver quién era realmente el más inteligente de todos. Manuel estaba emocionado por la oportunidad de demostrar su superioridad intelectual frente a todos los habitantes de Brillantina.
El concurso comenzó y las preguntas iban desde matemáticas hasta historia y ciencias. Manuel respondía rápidamente a cada una de ellas, convencido de que estaba arrasando con la competencia. Pero cuando le tocó el turno a Xenia, algo sorprendente sucedió.
-Xenia, ¿cuál es la fórmula química del agua? -preguntó el alcalde. -H2O -respondió Xenia sin dudarlo. Manuel se sintió un poco nervioso al ver lo segura que estaba Xenia con su respuesta.
A medida que avanzaba el concurso, Xenia seguía acertando todas las preguntas con una facilidad impresionante. Manuel empezaba a darse cuenta de que quizás no era tan brillante como pensaba.
Llegó la última pregunta del concurso, la más difícil de todas:-Para ganar este concurso y demostrar quién es el más inteligente, ¿puedes decirnos cuántas estrellas hay en nuestra galaxia? -preguntó el alcalde mirando a ambos concursantes. Manuel se quedó pensativo tratando de recordar alguna información relevante sobre las estrellas en la galaxia.
Por otro lado, Xenia simplemente sonrió y respondió:-No se puede saber exactamente cuántas estrellas hay en nuestra galaxia porque son demasiadas para contarlas. ¡Cada una es única e importante a su manera! Todos los presentes quedaron impresionados por la respuesta tan sabia y humilde de Xenia.
El alcalde anunció entonces a Xenia como la ganadora indiscutible del concurso.
Manuel aprendió una gran lección ese día: la verdadera inteligencia no está en presumir o jactarse de lo mucho que sabemos, sino en reconocer lo mucho que aún nos falta por aprender y valorar las habilidades y conocimientos de los demás. Desde aquel día, Manuel dejó atrás su actitud arrogante y decidió aprender humildemente junto a Xenia, quien se convirtió en su mentora y amiga inseparable.
Juntos descubrieron un mundo lleno de maravillas por explorar donde cada mente brillante tiene algo único y valioso para ofrecer al mundo.
Y así fue como Brillantina se convirtió en un lugar donde la verdadera inteligencia se medía no por lo mucho que uno sabe, sino por lo dispuesto que está a seguir aprendiendo cada día junto a quienes tienen tanto o incluso más conocimiento para compartir.
FIN.