El brillo de las estrellas



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanitos llamados Ismael y Yoselin.

Ismael era mayor que su hermanita, pero a pesar de eso, siempre se preocupaba por ella y la cuidaba como si fuera su tesoro más preciado. Un día, mientras jugaban en el jardín de su casa, Yoselin comenzó a sentir mucho sueño. Sus ojitos se cerraban lentamente y sus piernitas le fallaban.

Ismael se preocupó al verla así y decidió llevarla adentro para que pudiera descansar. Ismael sabía que para ayudar a Yoselin a dormir necesitaba hacer algo especial. Recordó una vieja historia que le había contado su abuela sobre las estrellas mágicas.

Según la leyenda, si uno observa fijamente una estrella durante unos minutos antes de dormir, esta envía un destello brillante que te ayuda a tener dulces sueños. Así que Ismael llevó a Yoselin hasta su habitación y la acostó con mucho cuidado en su cama.

Luego corrió hacia la ventana y buscó la estrella más brillante en el cielo nocturno. "¡Mira, Yoselin! ¡La estrella más bonita está aquí afuera esperando enviarte un destello mágico!", exclamó emocionado Ismael.

Yoselin abrió sus ojitos somnolientos y miró hacia donde señalaba su hermanito. Una sonrisa tímida apareció en su rostro mientras observaba maravillada la estrella brillante. "¿De verdad me ayudará a tener lindos sueños, Ismael?", preguntó Yoselin con una vocecita suave.

"¡Claro que sí, Yoselin! La abuela me lo contó y yo lo he probado antes. Solo tienes que mirarla fijamente durante unos minutos y luego cerrar los ojos", respondió Ismael lleno de confianza.

Y así fue como Yoselin comenzó a observar la estrella mágica mientras Ismael se sentaba junto a ella en la cama. Pasaron varios minutos y poco a poco, el sueño envolvió a Yoselin hasta que finalmente cerró sus ojitos.

Ismael se quedó un rato más a su lado para asegurarse de que estuviera profundamente dormida. Luego, le dio un besito en la frente y salió de puntitas de la habitación para darle espacio a sus sueños.

Mientras tanto, en el jardín, una brisa suave soplaba acariciando las flores y las hojas de los árboles. Ismael decidió aprovechar ese momento mágico para hacer algo especial por su hermanita. Corrió hacia el rosal más hermoso del jardín y cortó una rosa roja con mucho cuidado.

Sabía que a Yoselin le encantaban las rosas porque siempre le recordaban a mamá. Luego, buscando entre los juguetes viejos del desván familiar encontró un pequeño cofre dorado.

Dentro colocó la rosa y una nota escrita con letras grandes: "Para mi querida Yoselin, con amor de tu hermanito Ismael". Con mucha emoción e ilusión volvió al cuarto de Yoselin y colocó el cofre en su mesita de noche. Sabía que cuando ella despertara, encontraría esa sorpresa tan especial y se sentiría muy feliz.

Al día siguiente, Yoselin despertó con una sonrisa radiante en su rostro. Miró a su alrededor y vio el cofre dorado sobre la mesita de noche. Rápidamente lo abrió y encontró la rosa junto a la nota.

"¡Ismael, Ismael! ¡Mira lo que encontré!", gritó emocionada Yoselin. Ismael corrió hacia ella y ambos se abrazaron llenos de alegría. Ismael le explicó cómo había cuidado de ella mientras dormía y cómo había dejado esa sorpresa para hacerla sonreír.

Desde ese día, los hermanitos aprendieron que cuidarse mutuamente era algo muy importante. Comenzaron a compartir más tiempo juntos, jugando, riendo y creciendo como mejores amigos.

Así es como Ismael demostró ser un hermano mayor amoroso y protector para Yoselin. Aprendieron que en el amor fraternal siempre hay espacio para las sorpresas mágicas que iluminan nuestras vidas y nos hacen sentir especiales.

FIN.

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