El brillo de las estrellas



Tomi era un nene curioso y lleno de energía. Le encantaba jugar con sus amigos en el patio de la escuela, aprender cosas nuevas y escuchar las historias que su abuelita le contaba después de la cena. Sin embargo, un día algo le sucedió a Tomi que lo llenó de tristeza. En la escuela, su seño entregó pequeñas estrellas de colores a todos los niños que habían hecho un buen trabajo durante la semana. Estas estrellas se pegaban en un cartel en el aula, y todos las miraban con admiración. Tomi quería recibir una estrella, porque sabía que eso significaba que había hecho algo bueno, pero para su sorpresa, su seño no le entregó una. Tomi se sintió muy triste y confundido.

Al terminar la jornada, Tomi caminaba cabizbajo hacia su casa. En el camino se encontró con Don Emilio, un anciano amable y sabio que vivía en su barrio. Don Emilio notó la tristeza de Tomi y se sentó a hablar con él.

"¿Qué te pasa, Tomi?", preguntó Don Emilio con voz suave.

Tomi le contó lo que sucedió en la escuela y cómo se sentía al no recibir una estrella. Don Emilio escuchó atentamente y luego le dijo: "Tomi, las estrellas que entrega tu seño son solo estrellitas de cartón. No indican lo maravilloso que eres. Tú ya eres una estrella, brillas con tu propia luz, con tus dones y talentos. No necesitas que alguien más te lo diga".

Las palabras de Don Emilio resonaron en la mente de Tomi. Reflexionó sobre lo que le había dicho el anciano y comenzó a darse cuenta de que era verdad. No necesitaba una estrella de papel para sentirse especial.

Al día siguiente, en la escuela, Tomi jugó con sus amigos y prestó atención en clase. No estaba preocupado por la estrella en absoluto. Cuando su seño notó el cambio en Tomi, se acercó a él y le preguntó: "¿Por qué ya no te importa recibir una estrella, Tomi?".

"Porque descubrí que todos somos estrellas, seño", respondió Tomi con una sonrisa. "No necesito una estrella en un papel para saber lo increíble que soy".

Su seño lo abrazó con cariño y le dijo lo orgullosa que estaba de él por comprender una lección tan valiosa. Desde ese día, Tomi siguió brillando con su propia luz, sintiéndose feliz y seguro de sí mismo, sin importar nada material que demostrara lo increíble que era. Y así, en cada rincón, en cada momento, seguía siendo una estrella, al igual que todos los que lo rodeaban.

FIN.

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