El Brillo de Lucas



Había una vez una familia que vivía en un pequeño barrio de Buenos Aires. La familia estaba compuesta por tres integrantes: Lucas, un niño de diez años que tenía una discapacidad que dificultaba su movilidad; su mamá, Ana, que era una mujer llena de amor y paciencia; y su papá, Carlos, un hombre trabajador que siempre hacía lo posible por mantener un hogar alegre, a pesar de las dificultades.

Un día, mientras el sol brillaba en el cielo, Ana miró a Lucas y le dijo:

"Hoy es un día hermoso, Lucas. ¿Te gustaría salir a jugar al parque?"

"Sí, mamá, ¡pero tengo miedo!"

"¿Miedo de qué, mi amor?"

"De que los otros chicos no quieran jugar conmigo..."

Ana se agachó y miró a los ojos de su hijo con ternura.

"Hijo, no todos los chicos saben lo especial que sos. Pero si les das una oportunidad, pueden sorprenderte. Siempre es bueno intentarlo."

Con un poco de nervios, Lucas aceptó. Juntos se dirigieron al parque, donde los risas y gritos de niños llenaban el aire. Al llegar, Lucas observó desde la vereda a un grupo de chicos jugando a la pelota. Se sintió un nudo en el estómago.

Carlos, que venía detrás de ellos, notó la inquietud de su hijo y se acercó.

"¿Qué pasa, Lucas?"

"Papá, no sé si puedo jugar..."

Carlos se arrodilló a su lado y le dijo con una sonrisa:

"¿Sabes? Lo importante es que seas tú mismo. Si en el camino encuentras amigos, genial. Y si no, tú siempre tendrás tu propio brillo."

Con esas palabras, lucía decidido. Con la ayuda de sus padres, Lucas se acercó al grupo de chicos.

"¿Puedo jugar también?"

Uno de los chicos lo miró y, para sorpresa de Lucas, respondió:

"¡Claro! Vení a patear la pelota."

En ese instante, Lucas se sintió en el aire. Rápidamente, los otros chicos lo incluyeron en el juego. Aunque no pateaba la pelota como ellos, su entusiasmo era contagioso y todos lo animaban.

"¡Vamos, Lucas!"

"¡Sos un campeón!"

Esa tarde, al regresar a casa, los ojos de Lucas brillaban de felicidad.

"Mamá, papá, ¡jugué con ellos!"

"¡Qué alegría, hijo!" - respondió Ana emocionada.

"Yo siempre supe que tenías un don especial", añadió Carlos.

Sin embargo, no todo fue fácil. Unos días después, Lucas decidió invitar a sus nuevos amigos a su casa para jugar. Pero cuando llegó el momento, notó algo extraño: algunos de los chicos llegaron con una actitud diferente. Uno de ellos, Juan, murmuró entre risas:

"¿Vas a poder jugar de verdad, Lucas?"

Lucas se sintió triste. Su corazón se hundió en la angustia y no pudo esquivar las miradas.

"¿Por qué no soy como los demás?"

Ana, que había estado escuchando, se acercó y le dijo:

"Hijo, ser diferente no significa ser menos. Eres único, y eso es tu poder. La gente a veces no entiende, pero siempre tendrás amigos que reconozcan y valoren lo que sos."

Con esas palabras, Lucas decidió que no dejaría que nadie lo detuviera. Se armó de valor y, aunque algunas de esas risas dolieron, se enfocó en aquellos que sí lo apoyaban.

Los días pasaron, y Lucas continuó jugando con sus amigos. Cada vez más, aprendió a ser fuerte y a brillar a su manera.

Un día, mientras caminaba por la calle con su papá, se cruzaron con un niño que estaba solo y parecía triste.

"¿Por qué estás solo?" - preguntó Lucas.

"Porque no sé si puedo jugar con los otros..." - contestó el niño.

Lucas se acordó de lo que había vivido.

"Yo sé cómo te sentís. Vení, jugá con nosotros. Te prometo que te vas a divertir."

Así, Lucas no solo encontró su lugar en el mundo, sino que también pudo ayudar a otros a sentirse bienvenidos.

Con el tiempo, Ana y Carlos aprendieron a ver a su hijo de una manera nueva.

"No es solo Lucas, el niño con movilidad reducida, sino Lucas, el niño que inspira a otros a ser valientes y a nunca rendirse," - dijo Ana a Carlos una tarde después de que Lucas organizó un juego con todos sus amigos en el parque.

A partir de ahí, la familia vivió cada día agradecida por el brillo único de Lucas, entendiendo que lo que los hacía diferentes también los hacía especiales y que juntos podían convertir sus miedos en una increíble fuerza de amistad y comprensión.

Y así sigue la historia de Lucas, un niño que, a través de su coraje y su luz, enseñó a todos que ser diferente es una bendición que no hay que temer.

FIN.

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