El brillo de Mariana
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Mariana. Desde muy pequeña, Mariana tuvo dificultades para aprender en la escuela.
Se esforzaba mucho más que sus compañeros para entender las lecciones y a veces se sentía frustrada al no poder seguir el ritmo de las demás personas de su edad.
Un día, después de una larga jornada escolar donde había tenido problemas para comprender las matemáticas, Mariana decidió sentarse debajo de un frondoso árbol en el parque del pueblo. Mientras observaba a los niños jugar y reírse, pensó en lo mucho que le gustaría ayudar a otros niños a aprender de una manera más fácil y divertida.
Fue en ese momento que Mariana tomó una decisión importante: cuando fuera grande, sería profesora. Quería convertirse en alguien que pudiera inspirar a otros niños como ella, que necesitaban un poco más de ayuda y paciencia para comprender las lecciones.
Con determinación en su corazón, Mariana comenzó a dedicarse aún más a sus estudios. Pasaba horas leyendo libros, haciendo ejercicios adicionales y pidiendo ayuda a sus maestros cuando algo no quedaba claro.
A pesar de las dificultades, nunca se rindió y siguió adelante con su sueño de ser profesora. Los años pasaron y finalmente llegó el día en que Mariana se graduó como maestra.
Con su título en la mano y una sonrisa radiante en el rostro, empezó a trabajar en la escuela del pueblo donde había crecido. Desde el primer día, los niños sintieron la pasión y dedicación que Mariana ponía en enseñarles.
Utilizaba métodos creativos y juegos didácticos para explicar las lecciones, siempre con una sonrisa cálida y palabras de aliento para aquellos que necesitaban un empujón adicional. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo después de clases, escuchó a dos niños conversando cerca del mismo árbol donde ella había tomado su decisión años atrás.
"¿Sabes quién es mi persona favorita del mundo?" -dijo uno de los niños. "¿Quién?" -preguntó el otro. "Nuestra maestra Mariana. Siempre nos ayuda a entender todo y lo hace tan divertido", respondió el primero con entusiasmo.
Mariana sintió cómo la emoción invadía su corazón al escuchar esas palabras. Saber que estaba marcando la diferencia en la vida de esos niños era la mayor recompensa que podía recibir.
Y así, gracias a su esfuerzo, perseverancia y amor por enseñar, Mariana logró cumplir su sueño y se convirtió en la mejor profesora que Villa Esperanza hubiera visto jamás.
FIN.