El brillo de Martín
Había una vez en una escuela muy especial, un estudiante llamado Martín. Martín era autista y le costaba mucho trabajo comunicarse con los demás.
Siempre se sentía diferente y a veces se ponía triste al no poder hacer amigos como los otros niños. Un día, llegó a su vida la señorita Laura, una maestra nueva que había escuchado hablar de las habilidades especiales de Martín.
Desde el primer día, la señorita Laura notó lo inteligente y creativo que era Martín, pero también vio lo inseguro que se sentía consigo mismo. La señorita Laura decidió acercarse a Martín de una manera especial.
En lugar de forzarlo a interactuar o a seguir las reglas tradicionales del salón de clases, decidió adaptarse a las necesidades de Martín. Le permitió usar sus propios métodos para resolver problemas y expresar sus ideas, sin juzgarlo ni presionarlo.
Martín comenzó a sentirse más cómodo en clase gracias al apoyo y comprensión de la señorita Laura. Poco a poco, empezó a participar más activamente en las actividades escolares y a relacionarse mejor con sus compañeros. La confianza que la señorita Laura tenía en él lo motivaba a esforzarse cada día más.
Un día, durante una actividad grupal en clase, Martín tuvo una idea brillante para resolver un problema matemático complicado. Todos quedaron sorprendidos por su ingenio y creatividad.
La señorita Laura lo felicitó frente a todos sus compañeros, quienes aplaudieron emocionados por su logro. -¡Martín! ¡Esa fue una idea increíble! Estoy muy orgullosa de ti -dijo la señorita Laura con una sonrisa cálida en el rostro. -Martín sonrió tímidamente y respondió-: Gracias, seño Laura.
Gracias por creer en mí cuando yo mismo no podía hacerlo. Desde ese momento, Martín supo que era capaz de lograr todo lo que se propusiera si confiaba en sí mismo.
La relación entre él y la señorita Laura se convirtió en un vínculo especial basado en el respeto mutuo y la empatía. Al final del año escolar, Martín recibió un premio por su progreso académico y personal.
Todos los padres y alumnos presentes aplaudieron emocionados mientras la señorita Laura abrazaba con orgullo a su alumno querido. Martín entendió entonces que ser diferente no significaba ser menos capaz; simplemente significaba tener un camino único para brillar con luz propia.
Y todo eso fue posible gracias al amoroso acompañamiento de esa maravillosa maestra llamada señorita Laura.
FIN.