El Brillo de Nicolás
Nicolás era un niño radiante. Su risa llenaba cada rincón de la casa con alegría. "¡Mamá, vamos a jugar a las escondidas!" - decía entusiasmado mientras corría por el jardín. Su mamá, siempre dispuesta a jugar, reía y lo seguía. "¡Te voy a encontrar, Nicolás!" - gritaba con diversión.
Un día, mientras jugaban a las escondidas, Nicolás encontró un lugar muy especial detrás de un árbol grande. Pero ese lunes, un fuerte viento azotó el barrio y, desafortunadamente, Nicolás no regresó a casa.
Todos estaban muy tristes. Su mamá lo extrañaba profundamente. La casa, que antes rebosaba de risas, ahora era silenciosa. "¿Por qué no puedo escuchar su risa?" - se lamentaba la mamá de Nicolás.
Con el tiempo, a pesar de la tristeza, comenzó a recordar todas las cosas especiales que hacía con su hijo. Un día, mientras miraba su álbum de fotos, vio una imagen de Nicolás sonriendo feliz en la playa. "¡Eso es!" - exclamó. "¡Voy a hacer algo especial por él!"
Así que decidió organizar un día de juegos en el parque con todos los amigos de Nicolás. Les contó a los chicos que, aunque Nicolás ya no estaba físicamente, su alegría siempre viviría en sus corazones.
El día llegó, y el parque estaba lleno de risas y juegos. "¡Vamos a jugar a las escondidas!" - propuso uno de los amigos. La mamá de Nicolás, al ver a tantos niños sonriendo, sintió que su hijo estaba allí, jugando con ellos. "¡Nicolás, querido!" - susurró mientras sonreía, "Te siento a mi lado."
Cada niño trajo un recuerdo de Nicolás. Uno trajo su juguete favorito, otro su gorra de verano. Juntos, hicieron un rincón especial en el parque, con dibujos y mensajes para Nicolás. "Siempre vivirás en nuestros corazones", escribieron.
Después de ese día, la madre de Nicolás se sintió más aliviada. Cada vez que escuchaba risas o veía a los niños jugar, recordaba que su hijo lo seguía haciendo desde algún lugar mágico. "¡Nicolás siempre será parte de nuestras vidas!" - les decía a sus amigos.
Y, aunque él no estaba físicamente presente, su espíritu vivía en cada juego, en cada risa, en cada nuevo recuerdo que creaban juntos. "¡Gracias por ser tan especial, Nicolás!" - gritaban los niños en el parque, sintiendo que él les respondía con su sonrisa brillante.
Con el tiempo, la mamá de Nicolás encontró consuelo en la idea de que siempre lo llevaría en su corazón, así como todos los que lo conocieron. La vida continuó, pero los recuerdos y la alegría de Nicolás siempre estarían presentes, recordándoles a todos la importancia de vivir intensamente y valorar cada momento.
FIN.