El Brillo de Sofía
Era un día soleado en la escuela primaria Río de la Plata, y todos los alumnos de la clase de tercero estaban emocionados por la llegada de una nueva compañera. Sofía, una niña con parálisis cerebral, se había mudado recientemente a la ciudad. Aunque se comunicaba a través de un comunicador y de gestos, su personalidad radiante y su alegría eran evidentes desde el primer momento.
Cuando Sofía entró al aula, todos los niños la miraron con curiosidad. La maestra, la seño Luisa, les había hablado sobre la importancia de la inclusión y el respeto, y les recordó que todos somos diferentes, pero eso es lo que nos hace especiales.
"¡Hola, soy Sofía!", dijo Sofía a través de su comunicador mientras sonreía.
Los niños comenzaron a aplaudir, y algunos se animaron a acercarse a ella.
"¿Te gustaría jugar con nosotros, Sofía?", preguntó Juanito, un niño de ojos color avellana.
"¡Sí!", respondió Sofía emocionada, mientras movía sus manos en una señal de entusiasmo.
Durante el recreo, Sofía se unió al juego de la comba. Aunque no podía saltar como los demás, se la ingeniaba para participar, arrastrando su silla de ruedas con determinación y marcando el ritmo con su voz a través del comunicador. A los demás niños les encantó ver cómo disfrutaba, así que se adaptaron y comenzaron a saltar siguiendo su ritmo.
"¡Sofía, sos genial!", exclamó Martina, la más pequeña de la clase.
Los días pasaron y Sofía se convirtió en una parte importante del grupo. Sin embargo, no todo era fácil. Un día, algunos chicos comenzaron a murmurar sobre ella, diciendo que no podía hacer algunas cosas como los demás. Juanito, que siempre había sido su defensor, decidió que debía hacer algo al respecto.
"¡Hey!", gritó Juanito, "¿no ven que Sofía se divierte igual que nosotros? Todos somos buenos en algo, y debemos apoyarla, como ella nos apoya a nosotros!"
Los demás niños miraron a Juanito y luego a Sofía. La chispa en los ojos de Sofía los hizo reflexionar. Entonces, fue cuando decidieron organizar un festival de talentos en la escuela, donde todos podrían mostrar lo que saben hacer y, por supuesto, Sofía sería parte de ello.
Con la ayuda de la seño Luisa, los chicos prepararon un espectáculo donde Sofía podría presentar su talento: su habilidad para la pintura.
"¡Voy a hacer un mural!", anunció Sofía mediante su comunicador.
Los niños se pusieron manos a la obra, ayudando a Sofía a preparar todo. Pintaron un lienzo gigante en el patio. Todos allí, riendo, eligiendo colores y acompañándola en cada trazo que hacía.
El día del festival llegó y, mientras todos aguardaban en el escenario, Juanito tomó el micrófono:
"Hoy les presentamos a nuestra amiga Sofía, que nos enseñará cómo es el arte desde su perspectiva".
Sofía, con la ayuda de sus amigos, expuso su hermosa pintura llena de colores vibrantes y formas que representaban la alegría de ser parte del grupo.
"¡Esa es la mejor pintura del mundo!", gritaron los niños al final de su presentación, aplaudiendo con entusiasmo.
El festival fue un éxito, y desde ese día, Sofía se sintió más integrada y feliz en la clase. Los niños aprendieron que las diferencias no son barreras, sino oportunidades para crecer juntos, y que la amistad no tiene límites.
A partir de ese momento, la escuela Río de la Plata se llenó de colores, respeto e igualdad, gracias a la valentía de Sofía y el apoyo de sus compañeros.
Y así, todos aprendieron que la verdadera riqueza de la vida radica en la diversidad y en la capacidad de aprender unos de otros.
FIN.