El brillo de su amor


Había una vez en el cielo un amor tan especial como mágico, la luna y el sol estaban profundamente enamorados.

Cada día esperaban ansiosos el momento en que sus destinos se cruzaran para poder verse y sentirse cerca, aunque fuera por unos breves instantes. La luna brillaba con su luz plateada por las noches, mientras el sol iluminaba con su resplandor dorado durante el día.

Ambos se miraban desde lejos, suspirando de amor y anhelando estar juntos para siempre. Un día, cansados de estar separados, decidieron buscar una manera de acercarse más.

La luna le propuso al sol: "-¿Qué tal si hacemos un trato? Tú te quedas un ratito más en el cielo al caer la noche y yo me quedo un ratito más al amanecer. Así podremos disfrutar juntos un poco más de tiempo".

El sol aceptó encantado la propuesta de la luna y así comenzaron a encontrarse cada día en esos momentos especiales del atardecer y del amanecer. Su amor brillaba aún más fuerte cuando estaban juntos, iluminando el cielo con una luz única y radiante. Pero no todo sería tan fácil para la luna y el sol.

Una malvada nube oscura llamada Negrura estaba celosa de su amor y decidió interponerse en su camino. Negrura quería apagar esa luz tan especial que irradiaba cuando estaban juntos.

Una noche oscura, Negrura cubrió por completo al sol impidiendo que pudiera encontrar a la luna. La tristeza invadió sus corazones al no poder verse como lo hacían siempre. Pero la luna, valiente y decidida a salvar su amor, buscó una solución.

Con la ayuda de las estrellas, la luna logró abrir un pequeño agujero en las densas nubes de Negrura para dejar pasar un rayito de luz del sol.

"-¡Aquí estoy mi amor! ¡No permitiremos que nada ni nadie nos separe!", dijo emocionado el sol al ver ese destello luminoso entre las sombras. Juntos lograron vencer los obstáculos que se interponían en su camino gracias a su amor puro e inquebrantable.

Desde entonces, la luna y el sol supieron que mientras estuvieran juntos podrían superar cualquier adversidad que se presentara. Y así fue como cada día continúan su danza celestial, compartiendo su amor con el mundo entero a través de sus luces brillantes que llenan los corazones de todos aquellos que los observan con admiración.

Porque cuando dos seres se aman de verdad, nada ni nadie puede apagar esa llama eterna que los une en cuerpo y alma.

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