El Brillo del Ser Interior
aceptó su acercamiento. Ophelia, la mariposa más brillante del bosque, siempre había soñado con posarse en las ramas del majestuoso roble. Su colorido y hermoso brillo llamaba la atención de todos los animales del lugar.
Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse al imponente árbol, este la rechazaba sin piedad. Desesperada por cumplir su deseo, Ophelia buscó ayuda y encontró a Hamlet, un sabio cuervo que vivía cerca del bosque.
Con una voz grave y misteriosa, el cuervo le ofreció una solución: "Mariposa Ophelia, si deseas acercarte al roble, deberás renunciar a tu brillo. Permíteme arrebatar ese color tan especial tuyo". Ophelia quedó sorprendida pero pensativa ante la propuesta de Hamlet.
Sabía que perder su brillantez significaría renunciar a algo muy valioso para ella. Sin embargo, su anhelo por estar cerca del roble era demasiado fuerte como para ignorarlo. Finalmente, Ophelia aceptó el trato y permitió que el cuervo le quitara todo su brillo.
Al hacerlo, sus alas se volvieron grises y opacas. Ahora era una mariposa común y corriente. Con su nueva apariencia deslucida pero decidida en su corazón, Ophelia se acercó nuevamente al roble esperando ser bienvenida esta vez.
Pero para su sorpresa y decepción, el árbol no mostró ningún cambio en su actitud hacia ella. Confundida y triste por haber perdido su brillo sin obtener nada a cambio, Ophelia buscó nuevamente a Hamlet en busca de respuestas.
"Cuervo sabio, ¿por qué el roble no me acepta ahora que he renunciado a mi color?", preguntó con voz entrecortada. Hamlet, con su mirada sabia y penetrante, respondió: "Ophelia, el verdadero valor está en tu interior.
El roble no te rechaza por tu apariencia, sino porque has perdido tu esencia al renunciar a lo que te hacía única y especial". Las palabras del cuervo resonaron en el corazón de Ophelia.
Comprendió que había cometido un error al cambiar lo que la hacía especial solo para complacer a otros. Decidió entonces recuperar su brillo interior y volvió a ser la mariposa resplandeciente que una vez fue.
Con renovada confianza en sí misma, Ophelia se acercó nuevamente al roble. Esta vez no esperaba recibir ninguna recompensa o aceptación externa; simplemente quería estar cerca del árbol por amor propio. Al verla brillar con todo su esplendor interno, el roble finalmente la recibió con los brazos abiertos.
Reconociendo la valentía y autenticidad de Ophelia, permitió que se posara sobre sus ramas más altas. La historia de Ophelia y el roble nos enseña una valiosa lección: nunca debemos renunciar a nuestra esencia para complacer a los demás.
Cada uno de nosotros tiene algo único y especial dentro de sí mismo, algo que nos hace brillar desde adentro hacia afuera. Así como Ophelia recuperó su brillo interior, todos tenemos la capacidad de encontrar y valorar nuestro verdadero ser.
No necesitamos cambiar ni renunciar a nada para ser aceptados y amados. Lo más importante es ser auténticos y creer en nuestra propia belleza, porque solo así podremos alcanzar nuestras metas y vivir una vida plena y feliz.
Y así, Ophelia siguió volando por el bosque, compartiendo su resplandor con todos los animales que se cruzaban en su camino.
Su historia se convirtió en un ejemplo de valentía y amor propio para todos aquellos que tuvieran el privilegio de escucharla. Fin.
FIN.