El Brillo del Universo
En un día soleado en el parque, Tomás, un niño de ocho años con cabello castaño y una camiseta de rayas, jugaba a atrapar mariposas. Mientras corría por la hierba verde y fresca, algo brillante captó su atención justo enfrente de él.
"¿Qué será eso?" pensó mientras se acercaba cuidadosamente al objeto. La luz suave provenía de un extraño artefacto con formas curvilíneas y colores que cambiaban constantemente. Era como si un pequeño pedazo del universo se hubiera caído del cielo.
"¡Hola!" exclamó Tomás, sorprendido a la vez que emocionado.
En ese momento, el objeto empezó a emitir una serie de tonos musicales que sonaban como risas.
"¿Puedes hablar?" preguntó Tomás con curiosidad.
"Sí, amigo. Soy Lumis, de la galaxia de Brillandia. Estoy aquí en una misión muy especial," respondió una voz melodiosa que parecía salir del objeto.
"¿Una misión? ¿Qué tipo de misión?" inquirió Tomás, con los ojos muy abiertos.
"He venido a buscar un niño valiente que sea capaz de ayudarme a recolectar los cinco fragmentos de luz que se han perdido en este planeta. Si logramos encontrarlos, el equilibrio del universo se restaurará. ¿Quieres ayudarme?"
Tomás no podía creer lo que estaba escuchando. La idea de ser parte de una aventura intergaláctica lo emocionaba.
"¡Sí! ¡Quiero ayudarte!" gritó.
Lumis iluminó un poco más el entorno, y Tomás sintió que todo a su alrededor cobraba vida.
"El primer fragmento está muy cerca de aquí, en el árbol más grande del parque. Debemos ser rápidos, el sol está bajando. ¡Vamos!"
Juntos, corrieron hacia el gran roble. Al llegar, Tomás notó algo brillante en una de las ramas.
"¡Ahí está!" dijo señalando.
Lumis emitió un rayo de luz hacia el fragmento y, con un suave zumbido, el fragmento vino volando hacia ellos.
"Uno de cinco. ¡Bien hecho, Tomás! Ahora, el siguiente está en el lago. ¡Rápido!"
Corrieron hacia el lago y, al llegar, Tomás se encontró con un pequeño pez que lucía un poco triste.
"¿Te pasa algo?" preguntó el niño.
"He perdido mi brillo. Sin ello, no puedo volver a casa," dijo el pez.
Tomás pensó rápido.
"Lumis, ¿podés ayudarnos?"
Lumis iluminó al pez, y en un instante, el pez recuperó su brillo.
"¡Gracias!" exclamó el pez y, antes de zambullirse, dejó caer un fragmento de luz que Tomás recogió.
"¡Ya tenemos dos!"
Con la energía renovada, siguieron su camino, pero pronto se toparon con un pequeño obstáculo: una pendiente empinada.
"No creo poder subir eso," dijo Tomás, un poco desanimado.
"Recuerda, Tomás, la clave de una buena aventura es nunca rendirse. Usa tu ingenio," aconsejó Lumis.
Tomás miró a su alrededor y tuvo una idea.
"¡Voy a usar mi bicicleta!"
Poco después, Tomás escaló la pendiente a gran velocidad. Con un empujón final, saltó por el borde y aterrizó de pie al otro lado.
"¡Lo hice!" gritó emocionado.
Lumis sonrió.
"Bien hecho, Tomás. Cada obstáculo es una oportunidad para aprender. Ahora, el siguiente fragmento está en la colina. Rápido, que ya no queda mucho tiempo."
Al llegar a la cima de la colina, Tomás y Lumis encontraron un pequeño grupo de niños jugando. Ellos tenían el tercer fragmento, pero no querían dárselos.
"¿Por qué no juegan con nosotros?" preguntaron los niños, mirando a Tomás.
Tomás frunció el ceño.
"Porque estamos en una misión muy importante," explicó.
"¡Pueden ser parte de nuestra aventura!" sugirió Lumis.
Ante eso, los niños se animaron y decidieron acompañarles. Pronto, juntos recolectaron otros fragmentos, uno de ellos escondido detrás de una roca y otro en el arbusto de flores. Ahora solo les faltaba uno, el más difícil de todos: el último fragmento estaba en el cielo.
"¿Cómo vamos a alcanzar eso?" preguntó Tomás.
"Con el poder de la amistad y la colaboración, todo es posible," dijo Lumis.
Los niños pensaron en sus habilidades y decidieron hacer una cadena humana. Cada uno se subió a los hombros del otro, hasta que Tomás, el más pequeño, alcanzó el fragmento brillando.
"¡Lo tengo!" gritó emocionado. Finalmente, habían reunido todos los fragmentos de luz.
"Ahora, juntos, enciendan el artefacto," dijo Lumis.Texto en negrita
Los niños se unieron en círculo y, al unísono, levantaron los fragmentos hacia el cielo. Una luz brillante llenó el parque y se extendió por todo el planeta, restaurando el equilibrio del universo.
"Lo logramos, ¡gracias a todos!" exclamó Tomás.
Lumis sonrió y dijo:
"Ustedes demostraron que, cuando trabajan juntos, pueden lograr cosas extraordinarias. No olviden que la verdadera luz está en sus corazones y en su capacidad de ayudar a otros."
Con un último destello, Lumis se despidió y regresó a Brillandia, dejando a los niños con una sonrisa y un brillo especial en el alma.
"¡Hasta la próxima aventura!" gritaron todos juntos.
Desde entonces, cada vez que Tomás miraba al cielo, recordaba que el poder de la amistad y la cooperación podía iluminar incluso los días más oscuros.
FIN.