El brillo que regresó a casa



Había una vez, muy adentro del bosque, un pueblo donde vivía una luciérnaga llamada Tobías, que pasaba sus días jugando y brillando con sus amigas luciérnagas. A Tobías le encantaba danzar entre las flores y explorar los secretos del bosque, compartiendo risas y destellos de luz con sus amigas Lumi, Fabi y Ana. Su risa resonaba en el aire mientras brillaban juntas, formando un espectáculo que encantaba a los seres del bosque.

Sin embargo, toda esa luz se apagaba al llegar a casa y ver a su abuela Lydia, quien ya no brillaba como antes. Su luz se había atenuado y su rostro mostraba signos de tristeza. Un día, mientras Tobías observaba a su abuela, esta le dijo:

"Tobías, los días pasan y a veces no podemos guardarlos en nuestra luz. Pero siempre hay formas de encender de nuevo ese brillo en nuestro corazón."

Tobías sintió un nudo en la panza. Quería que su abuela brillara como antes, así que decidió que debía hacer algo especial. Tras consultar con sus amigas luciérnagas, se les ocurrió un plan.

"Vamos a organizar una fiesta de luces", propuso Fabi.

"¡Sí! Podemos decorar el bosque y hacer que la abuela Lydia se sienta feliz otra vez!", agregó Lumi emocionada.

Así, las cinco luciérnagas se pusieron a trabajar. Juntas, recolectaron flores que reflejaban la luz y fueron creando caminos de luces por todo el bosque. Prepararon música y juegos para que todos los insectos y animales se unieran a la celebración.

Cuando llegó el gran día, el bosque estaba radiante. Tobías, con una antorcha brillante en su corazón, fue a buscar a su abuela:

"¡Abuela Lydia! ¡Ven a ver lo que hicimos!"

Al principio, a Lydia no le pareció que pudiera salir.

"No sé, Tobías... no siento que brillara como antes. A mí me gustaría que todo siguiera como cuando era joven."

"¡Pero abuela! Lo que importa son los momentos y la alegría que compartimos. Ven, porque ¡te necesita el bosque!"

Finalmente, Lydia aceptó. Al salir, sus ojos se iluminaron al ver el espectáculo de luces que habían creado. Tobías y sus amigas comenzaron a bailar, mientras las estrellas también se iluminaban en el cielo. Todo el bosque se llenó de risa y música. La abuela comenzó a mover sus alas y, poco a poco, su luz fue volviendo:

"¡Oh, miren! ¡Estoy brillando!" exclamó emocionada.

"¡Sí! ¡Ese es el brillo que tanto ansiabas!", gritó Tobías con alegría.

Mientras la fiesta continuaba, Lydia se dio cuenta de que la alegría de Tobías y sus amigas había despertado algo especial en ella. La luz que parecía perdida ahora danzaba en sus alas. Les agradeció a todas con mucho cariño:

"Gracias, pequeñas. Ustedes me recordaron que, aunque los años pasen, siempre hay motivos para brillar y ser feliz."

Desde ese día, Tobías y su abuela Lydia se aseguraron de que cada semana hubiera una celebración. Pudieron aprender que la luz no solo venía de sus alas, sino también de los momentos compartidos y el amor que se tenían.

Tobías entendió que, mientras estuvieran juntas, siempre podrían encontrar la luz, incluso en los días más oscuros. Y así, el bosque nunca dejó de brillar.

FIN.

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