El Buen Mounstro y el Niño Valiente



En la ciudad de Tormentópolis, donde la lluvia nunca cesaba y el viento aullaba como un lobo, vivía un monstruo llamado Grognar. Grognar tenía una piel verde brillante como las hojas de los árboles, unos ojos enormes y narices que se movían al compás del viento. Pero, a diferencia de lo que las historias contaban, Grognar no era un monstruo malo; simplemente había crecido con miedo a los humanos y a su ruidosa ciudad.

Cada vez que el cielo se oscurecía y comenzaba la tormenta, Grognar dejaba su cueva para buscar algo para comer. Y, por desgracia, su comida preferida eran los autos que se estacionaban en las calles desiertas. Se escondía entre las sombras y, cuando escuchaba el retumbar del trueno, se lanzaba sobre un auto, mordiéndolo como si fuera una fruta jugosa. Todo porque pensaba que así se protegería del peligro.

Un día, mientras se preparaba para almorzar un viejo auto rojo, escuchó una voz.

"¡Alto! ¡No lo hagas!" - gritó un niño pequeño que se acercaba corriendo. Era Janus, un niño de trenzas doradas y ojos curiosos. "Ese auto pertenece a mi papá. ¡No es comida!"

Grognar se sorprendió. Nadie jamás le había hablado así. Se detuvo y observó al niño.

"¿Qué sabes de mí? Soy un monstruo, y los monstruos comen autos. Es lo que siempre he hecho" - respondió Grognar, titubeante.

"Pero, ¿por qué comes autos?" - preguntó Janus. "¿No puedes encontrar comida de verdad?"

Grognar, un poco avergonzado, explicó su miedo y su forma de pensar. Janus lo escuchó atentamente y después le dijo:

"La tormenta puede asustar, pero hay muchas cosas ricas en Tormentópolis que no son autos. ¡Vamos a buscar algo juntos!"

Grognar se sintió intrigado. Así que, sin pensarlo más, decidió seguir a Janus.

El niño lo llevó a su casa, donde le preparó un pequeño banquete de frutas, galletas y jugo. Grognar no podía creer lo deliciosas que eran las cosas que nunca antes había probado.

"Esto es increíble" - exclamó mientras saboreaba una uva.

Janus sonrió. "¿Ves? No necesitas asustar ni comer autos. Los humanos también pueden ser buenos".

Sin embargo, cuando la tormenta comenzó nuevamente a rugir, Grognar sintió su antigua costumbre volver. Quería correr a la calle y tragarse otro auto, pero recordó la bondad de Janus.

"¿Y si los humanos me tienen miedo?" - preguntó.

"No todos nos asustamos. Solo hay que mostrarles que comenzás a ser un buen monstruo. ¡Mirá!" - dijo Janus, señalando hacia la ventana donde un grupo de niños miraban hacia afuera, ansiosos por jugar bajo la lluvia.

Grognar decidió hacer algo inusual. Con un gran temblor interno, salió a la calle y, en lugar de asustar, hizo algo que nunca había hecho: comenzó a bailar.

Los niños se asombraron al ver al monstruo moverse con gracia, sus ojos brillando con alegría. La tormenta seguía rugiendo, pero ahora estaba llena de risas.

"¡Mirá, Grognar! Te quieren!" - exclamó Janus.

Grognar comprendió que ya no era solo un monstruo que comía autos. Se había convertido en un amigo y un buen monstruo. Desde ese día, siempre que la tormenta comenzaba a azotar Tormentópolis, Grognar y Janus salían a la calle a bailar y a hacer reír a los niños. Los autos ya no eran su alimento, sino parte de un gran espectáculo que alegraba la ciudad.

Y así, el monstruo de Tormentópolis aprendió que la valentía no solo significa evitar el miedo, sino también encontrar la bondad dentro de uno mismo y compartirla con los demás. La ciudad, donde siempre había reinado el temor, se transformó gracias a un niño valiente y un monstruo que decidió ser bueno.

Desde entonces, cada vez que llueve, el viento arrastra risas en lugar de llantos, y Grognar es conocido como "el buen monstruo de Tormentópolis".

FIN.

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