El búho amarillo y el árbol del camino
Había una vez, en un bosque lleno de colores, un búho llamado Olegario. Olegario no era un búho común, porque su plumaje era de un amarillo brillante que deslumbraba a todos los que lo veían. Todos los días, Olegario posaba en la rama más alta de un roble imponente que se encontraba al borde de un camino.
Los animales del bosque solían pasar por allí y lo saludaban con afecto.
"¡Hola, Olegario!" - gritaban las ardillas mientras recogían nueces.
"¡Buenos días, queridos amigos!" - respondía con una sonrisa el búho.
Un día, mientras Olegario disfrutaba del sol, notó que un grupo de animales se acercaba rápidamente. Eran conejos, ciervos y hasta un pequeño zorro.
"¿Qué sucede, amigos?" - preguntó Olegario, preocupado.
"Hay un peligro en el bosque, Olegario. Un tronco pesado ha caído sobre el camino y no podemos pasar. ¡Necesitamos tu ayuda!" - explicó una coneja, desesperada.
Olegario sabía que los animales dependían de ese camino para ir al río, donde tomaban agua y jugaban. Sin pensarlo dos veces, decidió ayudar.
"No se preocupen, yo tengo una idea", dijo Olegario mientras batía sus alas.
El búho voló alto, lo más alto que pudo. Desde allí miró el problema. Vio el tronco caído y pensó que necesitaba encontrar a alguien más fuerte para moverlo.
Entonces, se dirigió a la cueva del oso Bruno, que era conocido por su gran fuerza.
"¡Bruno!" - llamó Olegario al llegar.
"¿Qué pasa, Olegario?" - respondió Bruno, curioso.
"Necesitamos tu fuerza. Un tronco ha caído sobre el camino y los animales no pueden pasar. ¿Puedes ayudarnos?"
Bruno sonrió.
"Claro que sí, amigo. Vamos a solucionarlo juntos".
Regresaron al lugar donde se encontraba el tronco. Los demás animales, al verlos llegar, se sintieron aliviados y esperanzados.
Olegario explicó el plan.
"Bruno, tú empujarás el tronco mientras los demás se aseguran de que no ruede. ¡Listos?"
Todos los animales se posicionaron y comenzaron a ayudar. Bruno, con toda su fuerza, comenzó a empujar.
"¡Una, dos, tres!" - gritaron los animales al unísono.
Poco a poco, el tronco fue moviéndose. Los animales animaban a Bruno a seguir.
"¡Vamos, un poco más!" - exclamó la pequeña ardilla.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, lograron mover el tronco. Todos saltaron de alegría, agradeciendo a Bruno y a Olegario por su valentía y trabajo en equipo.
"¡Lo logramos!" - gritó la coneja, dando saltitos de felicidad.
Olegario sonrió, sintiéndose orgulloso.
"Recuerden, siempre que trabajemos juntos, podremos superar cualquier obstáculo".
Desde aquel día, el búho amarillo se convirtió no solo en el guardián de su hermoso árbol, sino también en un símbolo de colaboración y amistad en el bosque.
Los animales aprendieron que uniendo sus fuerzas, podían enfrentar cualquier desafío, ya sea un tronco caído o cualquier otro problema. Y así, el camino siguió siendo un lugar de encuentro y alegría para todos ellos, gracias a la valentía de Olegario y la fuerza de Bruno.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.