El Búho Inquebrantable
Era una noche estrellada en el bosque encantado. Todos los animales se preparaban para dormir, menos un búho llamado Tito. Tito era un búho curioso y aventurero que no quería irse a la cama.
- ¡No quiero dormir! - gritó Tito mientras volaba entre las ramas.
- ¡Tito, ya es tarde! - llamó su amiga la ardilla Marta, que ya estaba acurrucada en su nido.
- Pero Marta, ¡la noche es joven y hay tanto por descubrir! - respondió Tito, agitando sus alas emocionado.
Mientras volaba, Tito se encontró con la tortuga Tula, que caminaba lentamente hacia su casa.
- Tula, ¿por qué todos se van a dormir? - preguntó Tito.
- Porque es hora de descansar, Tito. Mañana habrá otro día lleno de aventuras. - respondió Tula con su voz suave.
- Pero, ¿y si me pierdo algo increíble mientras duermo? - inquirió Tito, inquieto.
- A veces, hay que cerrar los ojos para ver las cosas más hermosas. - dijo Tula y siguió su camino.
Sin querer rendirse, Tito se metió entre los arbustos y comenzó a contar las estrellas.
- ¡Una, dos, tres...! - contaba. Pero, al llegar a diez, escuchó un suave canto.
Intrigado, siguió la melodía hasta llegar a un claro donde una bandada de pájaros cantores se había reunido.
- ¿Qué hacen ustedes aquí tan tarde? - preguntó Tito.
- ¡Estamos ensayando para el gran concierto del amanecer! - dijo Lila, la canaria del grupo.
- ¡No puedo perderme eso! - exclamó Tito, moviendo sus alas.
Pero cuando Tito abrió la boca para cantar, solo salió un sonido estruendoso de "¡Hoo-hoo!"
- ¿Por qué no cantas como nosotros? - preguntó Lila, intrigada.
- No sé, sólo sé hacer "¡Hoo-hoo!" - dijo Tito, un poco desanimado.
- Eso está bien. Cada uno tiene su propio estilo. ¿Por qué no intentas hacer una canción solo tuya? - sugirió el loro Pablo.
Tito pensó por un momento.
- ¡Buena idea! - dijo entusiasmado.
Así que se puso a pensar y al final, comenzó a cantar una melodía única con su característico "¡Hoo-hoo!".
El grupo se unió a Tito, y pronto estaban todos cantando junto a él, creando una hermosa sinfonía nocturna. Tito se sintió feliz, pero la canción los mantuvo despiertos hasta que el sol comenzó a asomarse. Estaban tan cansados que nadie se dio cuenta del tiempo que había pasado.
- Oh, no, ¡nos quedamos despiertos toda la noche! - exclamó Lila.
- Pero fue la mejor noche de mi vida - sonrió Tito.
Al amanecer, el grupo miró la salida del sol con asombro.
- ¡Es hermoso! - murmuró Tula que, había escuchado la música desde su casa.
- No me arrepiento de no haber dormido - dijo Tito, sintiéndose más valiente.
- A veces hay que arriesgarse, pero no olvides descansar también. La vida está llena de ritmos. - aconsejó Marta desde el arbusto.
Tito aprendió que incluso las noches más emocionantes tienen su tiempo y que disfrutar de la vida a veces significa saber cuándo descansar también. Así, prometió alternar sus noches de aventuras con sus merecidas siestas.
Y así, con sus nuevos amigos y su melodía única en su corazón, el búho Tito se convirtió en un símbolo de alegría, aventura y también de la importancia de descansar. En el bosque, todos aprendieron a disfrutar tanto de las noches despejadas como de los días soleados, creando un balance para la vida.
Desde aquel día, Tito nunca dejó de volar y cantar, pero siempre recordaba que a veces, cerrar los ojos era la vuelta a una nueva aventura.
FIN.