El búho que aprendió a ser fuerte



Había una vez un búho llamado Tito que vivía en un luminoso bosque lleno de árboles frondosos y animales de todo tipo. Tito era conocido por ser el más veloz de todos los búhos y sus amigos siempre lo animaban a participar en carreras. Un día, mientras competían en una emocionante carrera con sus amigos, Tito, lleno de adrenalina y con la mirada fija en la meta, desvió un poco su trayectoria y, ¡BUM! , se dio contra un enorme árbol.

"¡Ay, no!" - exclamó Tito mientras se frotaba su ala adolorida.

"¿Estás bien, Tito?" - preguntó su mejor amiga, Clara, la serpiente.

"No creo... no puedo volar, Clara. Me lastimé el ala" - dijo Tito con lágrimas en los ojos.

Los amigos de Tito se acercaron rápidamente. El sabio viejo tortugo, Don Ramón, hizo un gesto de preocupación y dijo:

"Tito, deberías descansar y no forzarte a volar hasta que te sientas mejor".

"Pero tengo miedo de quedarme atrás, ¡no quiero ser el único que no vuele!" - contestó Tito angustiado.

Clara se acercó y con una sonrisa le dijo:

"Tito, no estás solo, aquí estamos todos. Tal vez podríamos correr juntos de una manera diferente mientras te recuperas".

"¿Cómo?" - preguntó Tito intrigado.

"Podríamos hacer una carrera en el suelo y tú podrías ser nuestro juez" - sugirió Clara.

"¡Es una gran idea! Podríamos aprenderlo juntos, como un equipo", agregó Lucho, el conejo.

Tito sintió una chispa de esperanza y asintió.

"Está bien, pero será diferente sin poder volar" - se lamentó.

"¡Así es! Pero eso no significa que no podamos divertirnos" - dijo Don Ramón, animando a Tito.

Así comenzó la nueva aventura. Los amigos organizaron una carrera en la que Tito fue el juez.

"¡En sus marcas, listos, ya!" - gritó Tito con entusiasmo, aunque no pudiera volar.

Mientras todos corrían, Tito comenzó a notar que disfrutar del momento en el suelo también era increíble.

"¡Es tan divertido verles!" - se rió Tito.

"¡Mirá cómo Salta Lucho!" - gritó Clara.

Con el paso de los días, Tito se recuperaba poco a poco. Aunque no podía volar, se dio cuenta de que ser el juez le daba otra perspectiva del juego.

"Quizás no pueda volar, pero puedo hacer muchas otras cosas" - reflexionó Tito en voz alta.

"Exacto, Tito. Todos tenemos habilidades especiales" - le recordó Clara.

Un día, mientras estaban todos reunidos, Tito decidió hacer algo diferente.

"Chicos, ¿y si hacemos una carrera de obstáculos en la que yo pueda participar de alguna manera?" - propuso.

"¡Eso suena genial!" - exclamó Lucho.

"¡Sí! ¡Haremos varios saltos, túneles y sorpresas!" - contestó Clara muy animada.

Los amigos se pusieron a trabajar y construyeron un hermoso circuito con ramas, piedras y troncos. Tito se convirtió en el maestro de ceremonias y, aunque no podía volar, creó estrategias para ayudar a sus amigos a superar los obstáculos.

"Con un poco de esfuerzo, todos podemos superar cualquier dificultad", reflexionó Tito orgulloso.

"¡Estamos aprendiendo todos juntos!" - gritaron sus amigos.

Finalmente, el día de la carrera llegó. Todos estaban emocionados. Tito, con su ala aún lesionada, se sintió diferente y mucho más fuerte.

"¡Hoy vamos a ver quién es el más rápido!" - dijo emocionado.

"Y yo te ayudaré con los tiempos, Tito" - dijo Clara.

La carrera fue un éxito increíble. Todos rieron y disfrutaron, y Tito se dio cuenta de que, aunque las cosas no siempre salgan como queremos, siempre podemos encontrar nuevas maneras de divertirnos y aprender.

"Gracias, amigos. A veces, no hace falta volar para ser el protagonista" - dijo Tito con una gran sonrisa.

Desde ese día, Tito siguió siendo el búho más veloz y fuerte del bosque, no solo por su capacidad de volar, sino por su valentía y su deseo de ser parte de .

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Y así, Tito enseñó a todos en el bosque que, aunque a veces nos enfrentamos a desafíos, cada uno tiene su propio camino y habilidades únicas que pueden brillar de formas sorprendentes.

FIN.

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