El Búho Valiente



En un frondoso bosque lleno de árboles altísimos y un río cristalino, vivía Oso, un búho que tenía un gran sueño: ¡quería volar tan alto como las nubes! Pero había algo que lo había mantenido en el suelo. Desde que era pequeño, Oso no podía volar. A pesar de sus grandes alas, algo en su corazón le decía que no estaba hecho para volar.

Un día, mientras el sol brillaba intenso, Oso decidió que no podía dejar que su miedo le detuviera más. Se acercó a su amiga Lía, una mariposa colorida que danzaba sobre las flores.

"Lía, yo quiero volar. Pero no sé si puedo. ¿Qué crees que debo hacer?" - le preguntó Oso.

Lía, con una sonrisa brillante, respondió:

"¡Claro que podés, Oso! Todo lo que necesitás es voluntad y persistencia. ¿Por qué no intentás dar un salto?"

Con un poco de miedo, Oso se acercó a un pequeño montículo de tierra. Tomó aire y, a pesar de sus temores, se lanzó hacia adelante. Al caer, se sintió desalentado.

"Esto es demasiado difícil, Lía. Tal vez nunca podré volar" - suspiró Oso, mirando al suelo.

Lía, alentándolo, decía:

"Solo porque hoy no te salió, no significa que debas dejar de intentarlo. Cada intento cuenta. Vamos a practicar juntos."

Decidido a no rendirse, Oso comenzó a practicar con Lía todos los días. Hacían saltos, trepaban árboles y Oso poco a poco se sentía más seguro. Un día, mientras practicaban, un fuerte viento sopló entre los árboles. Oso sintió que el aire lo levantaba.

"¡Lía, siento que algo está cambiando!" - exclamó emocionado.

"¡Eso es el viento! Deberías aprovecharlo, Oso. No te detengas, ¡intentalo de nuevo!" - animó Lía.

Con todo el coraje que pudo reunir, Oso se subió a la rama más alta de un árbol.

"Es ahora o nunca" - pensó.

Tomó aire, extendió sus alas y saltó. En ese momento, el viento lo abrazó y, para su asombro, empezó a elevarse. Aunque al principio se sintió tambalear, pronto encontró el equilibrio y, de repente, ¡estaba volando!"¡Estoy volando, Lía! Estoy volando!" - gritó Oso mientras surcaba el aire.

Lía aplaudía desde abajo.

"¡Lo sabías! ¡Eres un búho valiente!" - gritaba, llena de alegría.

Pero no todo era fácil. Justo cuando Oso comenzó a disfrutar de su vuelo, una nube oscura apareció y comenzó a llover. Las gotas eran enormes y pesadas, y Oso sintió que se deslizaba hacia abajo.

"No, no, no... ¡esto no puede estar pasando!" - gritó Oso mientras descendía.

"¡Oso! Recuerda lo que has aprendido. ¡No te rindas!" - le gritó Lía desde abajo.

Con la voz de su amiga resonando en su mente, Oso decidió luchar contra la lluvia. Pensó en cada salto, en cada caída, y sintió que tenía que intentarlo una vez más. Extendió sus alas y se concentró en el viento, buscando esas corrientes que lo ayudarían a elevarse.

Pasó un momento complicado, pero al final, el viento lo levantó de nuevo. Vió cómo el relieve del bosque se extendía a su alrededor, un puente de paisajes maravillosos. Oso, el búho que no podía volar, ahora danzaba entre las nubes, vió a su amiga Lía, que lo animaba desde el suelo.

Finalmente el sol volvió a brillar, y Oso pudo disfrutar de su logro. Se juntó con Lía y otros amigos del bosque, compartiendo su historia.

"Nunca pensé que lo lograría, pero aprendí que con persistencia y valor, uno puede volar por encima de cualquier obstáculo" - dijo Oso emocionado.

Desde ese día, Oso voló cada vez más alto, y nunca olvidó lo que le enseñó Lía: "La perseverancia siempre trae recompensas". El búho se convirtió en el más conocido de los voladores del bosque, e inspiró a muchos a nunca rendirse. Y así, en el corazón del bosque, Oso el búho que no podía volar, se convirtió en un símbolo de determinación y valentía, recordando a todos que siempre se puede superar cualquier limitación si uno se lo propone.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!