El burrito divino
Había una vez un burrito muy especial llamado Mensajero. Este burrito había nacido en un pequeño pueblo de Galilea y desde su nacimiento, supo que estaba destinado a hacer algo grande.
Un día, mientras pastaba en el campo, Mensajero escuchó una voz que le hablaba al oído. Era la voz de Dios que le decía: "Mensajero, tú serás el compañero fiel de mi hijo Jesús durante sus 30 años en la Tierra".
El burrito no entendía muy bien lo que eso significaba, pero sabía que era importante. Así que siguió pastando tranquilamente hasta que llegó el momento de partir. "Mensajero, es hora de irnos", dijo una voz detrás del burro.
Mensajero se dio vuelta y vio a Jesús parado frente a él. El burrito sintió una extraña sensación en su corazón y supo que este hombre era alguien muy especial. A partir de ese momento, Mensajero se convirtió en el compañero inseparable de Jesús.
Lo acompañaba a todas partes y estaba presente en todos los milagros que hizo. Un día, mientras caminaban por un camino polvoriento, Jesús se detuvo repentinamente y miró hacia el cielo. "Mira Mensajero", dijo señalando hacia arriba.
"¿Ves esa nube? Parece un corazón". El burrito levantó la cabeza para mirar y efectivamente vio una nube con forma de corazón flotando sobre ellos. "Creo que eso es una señal", continuó Jesús. "Debemos amar siempre con todo nuestro corazón".
Mensajero asintió con la cabeza, entendiendo el mensaje de su amigo. A medida que pasaba el tiempo, Mensajero se dio cuenta de que Jesús no era un hombre común y corriente. Él tenía un poder especial y podía hacer cosas increíbles.
Un día, mientras caminaban por una aldea, Jesús se encontró con una mujer que estaba muy enferma. La mujer le suplicó a Jesús que la curara.
Jesús puso su mano sobre ella y en ese momento, Mensajero sintió una extraña energía recorrer su cuerpo. De repente, la mujer se levantó sana y salva. Mensajero no podía creer lo que acababa de ver. Era un milagro increíble. Pero no todo siempre fue fácil para Mensajero y Jesús.
Hubo momentos difíciles también. En cierta ocasión, mientras cruzaban un río caudaloso, una fuerte corriente arrastró a Mensajero hacia abajo. Jesús saltó al agua para rescatarlo y juntos lograron llegar a la otra orilla del río sanos y salvos.
—"Mensajero" , dijo Jesús mientras lo secaba con una toalla. "Nunca te dejaré solo". El burrito sintió lágrimas en sus ojos mientras miraba a su amigo. Sabía que eran palabras verdaderas.
Finalmente llegó el día en que Jesús tuvo que partir de este mundo. Mensajero estaba triste pero sabía que había sido parte de algo importante e increíble durante los 30 años de vida terrenal de su amigo.
Desde ese día en adelante, Mensajero siguió siendo un burrito especial para siempre recordar los momentos increíbles que vivió junto a Jesús. Y siempre recordaría el gran amor que su amigo tenía por todas las criaturas de la Tierra.
FIN.