El Burrito Florido
Había una vez en un pequeño pueblo, un burrito llamado Florito. A diferencia de otros burros, a Florito le encantaban las flores. Cada mañana, saltaba de su establo y corría hacia el campo lleno de coloridas flores silvestres. - ¡Mirá todas estas maravillas! - exclamaba mientras olfateaba los pétalos. Pero no todo era alegría para Florito. El granjero, Don Manuel, no entendía su amor por las flores y siempre le decía: - ¡No te distraigas, burro! ¡Tienes que trabajar!
Un día, Florito decidió que ya era hora de irse. Sabía que el campo lleno de flores podría ser su hogar. Mientras caminaba, fue recogiendo aquellas flores que tanto adoraba. - ¡Las llevaré conmigo! - pensó, emocionado. Pero no muy lejos del pueblo, se encontró con una gran tormenta que lo atrapó.
A pesar de su temor, Florito buscó refugio bajo un gran árbol. Allí, conoció a una pequeña ardilla llamada Luli. - ¿Por qué estás tan triste? - le preguntó ella. - Quiero ser libre y rodeado de flores, pero siento que nunca podré escapar del granjero - respondió Florito.
Luli, con su espíritu aventurero, le dijo: - ¡Vamos a mostrarle a Don Manuel la belleza de las flores! Tal vez cambie de idea. Juntos, idearon un plan.
Al día siguiente, Luli fue a la granja mientras Florito se escondía. - ¡Don Manuel, ven! - gritó Luli. - Necesito que vengas al campo.
El granjero, curioso, la siguió. Cuando llegaron, Florito apareció vestido con una corona de flores. - ¡Mirá, Don Manuel! - dijo Luli - Este burrito quiere enseñarte lo bellas que son las flores.
Don Manuel, asombrado por la escena, observó el entusiasmo de Florito. - Pero, ¿por qué te gustan tanto las flores? - preguntó él.
Florito, nervioso pero decidido, respondió: - Las flores son alegría. Ellas pintan el mundo de colores y dan vida a todo. - Don Manuel pensó en lo que dijo el burro. De repente, entendió que toda esa belleza podía enriquecer su granja. - Quizás deberíamos plantar algunas flores - sugirió el granjero.
Desde ese día, Don Manuel se convirtió en el mejor amigo de Florito. Juntos transformaron la granja en un lugar lleno de flores, gracias a las ideas de Florito y la valentía de Luli.
Ahora, cada mañana, el burrito galopaba por el campo cruzado por un mar de colores, sintiéndose libre y amado. Y el granjero, al ver a su burrito feliz, comprendió que a veces vale la pena escuchar a quienes amamos, incluso a un pequeño burrito que adora las flores.
FIN.