El Burrito Morado y el Día Nublador
Había una vez en un tranquilo valle, un burrito llamado Bruno. Bruno era un pequeño burrito de suave pelaje castaño, pero tenía un pequeño problema: era muy tímido y ¡odiaba los días nublados! Cuando el cielo se llenaba de nubes grises y no podía ver al sol brillar, se ponía tan morado del enojo que parecía una berenjena.
Una mañana, mientras Bruno pastaba en el prado, las nubes comenzaron a cubrir el cielo. Él miró hacia arriba y veo que las nubes se acumulaban.
"¡No, por favor, no otra vez!" dijo Bruno con un suspiro profundo, mientras comenzaba a ponerse morado.
De repente, su amigo el pajarito Pipo, que estaba volando cerca, lo escuchó.
"Bruno, ¿por qué te pones morado? ¡No es bueno enojarse así!" le dijo Pipo emocionado, revoloteando sobre su cabeza.
"Es que no puedo ver el sol y me pone muy triste. Sin el sol, el prado se ve tan gris y aburrido. Y yo me siento igual. ¡Quiero que vuelva el sol!" se quejó Bruno, mientras seguía mirando indignado al cielo.
Pipo, que siempre tenía una idea brillante, decidió ayudar a su amigo.
"¿Sabés qué, Bruno? Tal vez no podamos cambiar el clima, pero podemos encontrar algo divertido que hacer, incluso en un día nublador. ¡Vamos hasta el río!" le propuso Pipo con entusiasmo.
Aunque al principio Bruno dudó, al final decidió seguir a su amigo. Mientras caminaban, Bruno se dio cuenta de que el cielo gris era solo parte de un día diferente. Al llegar al río, lo que vio le quitó el aliento: ¡muchos animales estaban nadando y jugando en el agua!"¡Mirá!" exclamó Pipo, viendo la alegría en la cara de Bruno. "No necesitas ver al sol para divertirte. ¡El mundo está lleno de sorpresas!"
Bruno sonrió por primera vez en el día. Junto a sus amigos, comenzó a chapotear en el agua, salpicando a todos y riendo a carcajadas. De repente, no le importaba si el sol estaba allí o no, ¡se estaba divirtiendo!
Pero, aún así, algo en su interior lo hacía sentir un poco nostálgico. Entonces Pipo lo miró y le preguntó:
"¿Qué te pasa, Bruno? Parece que te estás poniendo morado otra vez."
"Es que..." empezó a justificar Bruno, un poco avergonzado, "...me encantaría que el sol estuviera aquí para iluminar este hermoso lugar."
Pipo comenzó a reírse, y los demás animales también se unieron.
"Bruno, mira a tu alrededor. ¡El día puede ser nublado, pero nosotros estamos aquí, brillando! La luz no siempre viene del sol, a veces viene de la alegría de la amistad y de lo que compartimos."
Bruno se dio cuenta de que tenía razón. No necesitaba el sol para brillar; tenía diversión, amistad y amor a su alrededor que iluminaba su mundo. Resolvió que, en los días nublados, buscaría siempre algo que hacer con sus amigos en lugar de quedarse enojado.
Desde ese día, cada vez que el cielo se nublaba, Bruno se acordaba de Pipo y se sentía más feliz. Siguió explorando, jugando y descubriendo cosas nuevas, cada día lleno de aventuras y sonrisas, con o sin sol.
Y así valoró cada día, aprendiendo que la luz puede provenir de muchas maneras. Al final, la amistad y la alegría eran más brillantes que mil soles.
Y Bruno, en lugar de ponerse morado, ahora llenaba el valle de risas y colores vibrantes, con su corazón lleno de luz propia. Se convirtió en el burrito más feliz del valle, con un brillo que no dependía del sol, sino de su positivo espíritu y sus amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.