El Burro y la Lagartija



En un hermoso día en el campo, un burro llamado Bruno caminaba tranquilo, disfrutando de la calidez del sol cuando, de repente, escuchó un pequeño susurro.

- ¡Ayuda! – gritó una voz diminuta.

Bruno se detuvo y miró a su alrededor. Fue entonces cuando vio a una pequeña lagartija atrapada entre unas ramas. Sin pensarlo dos veces, acercó su gran hocico y, con delicadeza, movió las ramas para liberar a la lagartija.

- ¡Gracias, amigo burro! Me llamo Lila. – dijo la lagartija, estirándose y sonriendo.

- De nada, Lila. Soy Bruno. ¿Qué hacías tú aquí atrapada? – preguntó el burro, curioso.

- Estaba buscando un lugar soleado para tomar el sol, pero no vi esas ramas tan enredadas. – explicó Lila.

Desde ese día, Bruno y Lila se volvieron inseparables. Pasaban las tardes jugando, explorando y compartiendo historias. El burro, fuerte y torpe, ayudaba a Lila a alcanzar las mejores hojas de los arbustos y la lagartija, ágil y rápida, le enseñaba a Bruno cómo detectar los mejores lugares para descansar.

Pero un día, mientras exploraban el bosque, Lila descubrió un pequeño lago brillante al que nunca habían ido antes.

- ¡Mirá, Bruno! – exclamó emocionada. – ¡Hay agua! ¡Vamos a jugar!

- No sé si es seguro, Lila. – dijo Bruno nervioso. – ¿Y si nos perdemos o hay otros animales peligrosos?

- ¡Pero también podríamos divertirnos mucho! – insistió Lila.

Finalmente, Bruno se dejó llevar por la emoción de su amiga y decidieron ir al lago. Al principio, todo fue diversión. Saltaron, chapotearon y jugaron en el agua, pero, de repente, comenzaron a escuchar ruidos extraños.

- ¿Qué fue eso? – preguntó Bruno, asustado.

- No lo sé... – respondió Lila, temblando. – Tal vez deberíamos irnos.

Fue en ese momento que un grupo de patos apareció, nadando en el lago. Estaban asustados al ver a Bruno y Lila y empezaron a graznar.

- ¡¿Qué hacen aquí? ! – preguntó uno de los patos, con una voz muy fuerte.

- ¡Nosotros solo queríamos jugar! – contestó Bruno, un poco más relajado.

- Este es nuestro lago, ¡ustedes no pueden estar aquí sin permiso! – dijo un pato mayor, con cara de enojo.

Lila miró a Bruno, preocupada.

- Tal vez debamos irnos, Bruno.

- No, un momento. – dijo Bruno, tomando valor. – ¡Nosotros no queríamos hacer nada malo! Este lago es hermoso, y nos encantaría quedarnos si ustedes nos lo permiten.

Los patos se miraron entre ellos, un poco sorprendidos por la valentía del burro.

- Bueno, si quieren disfrutar del agua, podrían ayudarnos a limpiar un poco la orilla. – propuso uno de los patos. – Hay mucha basura.

Bruno y Lila se miraron y sonrieron.

- ¡Claro! Podemos ayudar. – respondió Lila con entusiasmo.

A partir de entonces, y gracias al esfuerzo de los nuevos amigos, el lago se volvió un lugar limpio y hermoso para todos. Los patos se dieron cuenta de que Bruno y Lila no solo eran bienvenidos, sino que también podían trabajar juntos para cuidar de su hogar.

Después de un tiempo, el burro y la lagartija se despidieron de sus nuevos amigos y prometieron volver para jugar.

- ¿Ves, Bruno? Siempre vale la pena hacer nuevos amigos y colaborar. – dijo Lila mientras caminaban de regreso.

- Tenés razón, Lila. Aprendí que la amistad y el trabajo en equipo pueden abrir muchas puertas y hacer de nuestro mundo un lugar mejor. ¡Nos vemos pronto, lago! – respondió Bruno, lleno de alegría.

Desde entonces, Bruno y Lila no solo compartieron risas, sino también muchas aventuras ayudando a otros animales del bosque. Y cada vez que necesitaban un descanso, regresaban al lago, donde se habían dejado llevar por la amistad y la valentía, aprendiendo que juntos son más fuertes y que siempre se puede encontrar una solución si trabajan en equipo.

FIN.

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