El Bus que Habla



Pablo no podía creer lo que estaba escuchando. El bus, al que él había cariñosamente bautizado como "Viejo Fierrito", le hablaba con voz suave y amigable. "Hola Pablo, ¿cómo estás hoy?" -dijo el bus.

Pablo se frotó los ojos para asegurarse de que no estaba soñando. Pero el bus seguía hablando con él. "Estoy bien, gracias", respondió Pablo con una sonrisa nerviosa en la cara.

"¿Cómo aprendiste a hablar?""Bueno, he estado observándote y escuchándote durante mucho tiempo", dijo el bus. "He notado cómo tratas a tus pasajeros con amabilidad y respeto, cómo te preocupas por mantenerme en buenas condiciones incluso cuando no tienes mucho dinero para hacerlo.

Me di cuenta de que eres un buen conductor y un buen ser humano". Pablo se sintió abrumado por las palabras del autobús. "No sé qué decir", balbuceó. "Nunca pensé que mi trabajo fuera tan importante". "Lo es", insistió el autobús.

"Eres una parte vital de esta ciudad, llevando a la gente de un lugar a otro todos los días. Y aunque yo sea viejo y desgastado, tú me tratas con amor y cuidado".

Pablo sintió lágrimas en sus ojos mientras escuchaba al autobús hablarle así. "Gracias por tus palabras", dijo finalmente. "Me has hecho sentir muy especial". Desde ese día en adelante, Pablo comenzó a tratar al Viejo Fierrito aún mejor de lo que ya lo hacía antes.

Lo limpiaba más seguido, revisaba sus frenos y motor con más atención, y hablaba con él como si fuera un amigo cercano.

El Viejo Fierrito también se convirtió en el favorito de los pasajeros, que disfrutaban de las pequeñas charlas que tenían con él durante los viajes. Pero un día, algo inesperado sucedió. Mientras Pablo conducía el bus por una calle empinada y llena de baches, escuchó un ruido extraño proveniente del motor.

El autobús comenzó a temblar violentamente y luego se detuvo por completo. "¿Qué está pasando?" -preguntó Pablo al Viejo Fierrito-. "¿Estás bien?""Lo siento", dijo el autobús en voz baja. "Creo que mi motor ha fallado".

Pablo sabía que no podía dejar a sus pasajeros varados allí en la calle. Así que decidió empujar el bus hasta una zona segura donde pudieran bajarse todos sin peligro. Fue difícil y agotador, pero finalmente lo logró.

Los pasajeros estaban asombrados por la fuerza de voluntad de Pablo para hacerlos llegar a salvo a su destino.

Cuando todo terminó, Pablo se sentó en la acera junto al Viejo Fierrito y le preguntó:"¿Por qué te fallaste? ¿No me dijiste antes si necesitabas reparaciones?""Lo siento mucho", respondió el autobús con tristeza-. "Quería seguir funcionando para ti y para tus pasajeros tanto tiempo como fuera posible. No quería molestarte pidiendo reparaciones costosas".

Pablo entendió entonces lo importante que era cuidar adecuadamente de su querido Viejo Fierrito. Aprendió que tratar bien a las cosas y las personas, incluso si parecen viejas y desgastadas, puede traer grandes recompensas.

Desde ese día en adelante, Pablo se aseguró de mantener el autobús en buenas condiciones para que pudiera seguir hablando con él y llevando a los pasajeros a salvo a sus destinos. Y el Viejo Fierrito siempre le respondía con una voz amigable y un corazón lleno de gratitud.

FIN.

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