El Caballero de la Mina Brillante



Había una vez un caballero llamado Don Ezequiel, que, vestido con su armadura hecha de latas de jugo, decidió emprender una aventura muy especial. Su misión era rescatar a los esclavos de una mina de coltán, un mineral muy valioso que usaban para hacer celulares, cámaras y demás inventos. Pero a Don Ezequiel le gustaba imaginar cosas locas, así que cada paso que daba era un chiste en sí mismo.

Una tarde, mientras cabalgaba por las tierras de su barrio, se encontró con su fiel escudero, un perro llamado Pochito, que siempre estaba al lado de su valiente amigo.

"¿Listo para la aventura, Pochito?" - le preguntó Don Ezequiel.

"¡Guau!" - respondió Pochito moviendo la cola, como diciendo: "Sí, vamos a buscar problemas… digo, ¡a ayudar!"

Y así, ambos partieron hacia la mina, que estaba más cerca de lo que pensaban. Al llegar, encontraron un enorme cartel que decía: "Mina Brillante: ¡Cuidado!".

"¿Cuidado? ¿Cuidado de qué?" - preguntó Ezequiel, mirando con curiosidad.

"Tal vez de dragones que escupen fuego de coltan", - sugirió Pochito con un ladrido juguetón.

Con un toque de valentía, el caballero se acercó a la entrada de la mina y sintió un viento fresco que le soplaba en la cara.

"¡Ah! Siento el aroma del peligro, y también un poco de comida rápida" - exclamó Ezequiel, mientras se pasaba la mano por la frente como si fuera un héroe de una película.

Cuando empezaron a bajar, escucharon voces. Se acercaron sigilosamente y, al asomarse, vieron a un grupo de personas trabajando.

"¡Hola!" - gritó Ezequiel, haciendo que todos se giraran hacia él.

"¿Quién es este loco?" - murmuró un hombre que estaba cavando.

"¡Soy Don Ezequiel, el Caballero de la Mina Brillante! ¡He venido a rescatarte!" - proclamó con firmeza.

Los trabajadores rieron a carcajadas ante la ocurrencia de un caballero de armadura,

"¿Pero de qué nos rescatarás? Aquí estamos trabajando para ganar nuestro pan. ¡Es lo que tenemos que hacer!" - dijo una mujer con un sombrero de paja.

"¡Pero el coltan es peligroso! ¡Deberían estar dando vueltas por ahí buscando aventuras como yo!" - insistió Ezequiel.

Una chica que había estado escuchando, se le acercó.

"Don Ezequiel, agradecemos tu intención, pero trabajar el coltan nos da de comer. Lo importante es que siempre cuidemos a los demás y a nosotros mismos. Además, si no hacemos esto, el resto del mundo no podría tener sus celulares, ¿no es cierto?"

A Ezequiel se le iluminó la cara. ¡Era verdad!"Entonces, ¿cómo podemos ayudar?"

La chica pensó un momento y dijo:

"Podrías ayudarnos a crear conciencia sobre el coltan y su importancia. Podríamos hacer una fiesta para enseñar a los demás a valorarlo. Así podrían disfrutar de la tecnología sin pensar en nosotros, los que estamos detrás de ella."

"¡Eso suena genial! A la fiesta podríamos invitar a uno de esos dragones que escupen fuego de coltan también", - respondió Ezequiel, riendo.

Todos comenzaron a reírse a su vez y enseguida comenzaron a hacer planes. Organizaron talleres de educación sobre el coltan, y al final, todos los habitantes del barrio fueron invitados a la fiesta. Don Ezequiel fue a buscar algunos globos y serpentinas, mientras que Pochito se encargaba de investigar si había dragones por la zona.

La fiesta fue un éxito. Había música, comida, y hasta un concurso de disfraces. Ezequiel fue el rey, y Pochito, su fiel escudero, su perro dragón que soltaba burbujas de jabón en lugar de fuego.

La gente aprendió sobre la importancia del coltan y de cuidar el medio ambiente, mientras brindaban por el esfuerzo de todos. Don Ezequiel comprendió que no siempre se trata de rescatar, sino también de colaborar y crear conciencia.

Y así, el caballero y su escudero volvieron a casa, satisfechos por la nueva amistad que habían logrado y por haber ayudado con su propia versión de la aventura. Nunca olvidaron que la verdadera valentía radicaba en apoyar a otros y hacer del mundo un lugar un poco mejor. Y si en el camino había risas y globos de colores, ¡mucho mejor!

Desde entonces, Don Ezequiel siguió siendo el Caballero de la Mina Brillante, siempre recorriendo su barrio en busca de más aventuras, aprendiendo y enseñando, haciendo de cada día un nuevo motivo para reír.

FIN.

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