El Caballero de los Cielos



En un pequeño pueblo medieval llamado Aldeaviva, vivía un caballero llamado Sir Hugo. Era conocido por su valentía en batallas, pero también por lo curioso que era. Un día, al explorar un viejo castillo abandonado, Sir Hugo se topó con un extraño objeto que no había visto nunca: un avión destrozado. Intrigado, decidió investigar.

"¡¿Qué es esto? ! Nunca había visto algo así en mi vida!" - exclamó Sir Hugo, tocando con cuidado el metal oxidado.

A medida que pasaban los días, Sir Hugo se obsesionó con el avión. En el pueblo, sus amigos comenzaron a murmurar. Uno de ellos, el joven inventor Tomás, se le acercó.

"Sir Hugo, ¿por qué no lo reparamos? Podríamos volar por los cielos, ver el mundo desde arriba." - sugirió Tomás con los ojos brillantes.

"¿Volando? Eso suena... fascinante, pero también peligroso. ¿Y si fallamos?" - respondió Sir Hugo.

Sin embargo, la curiosidad de Sir Hugo superó su miedo. Junto a Tomás y varios otros aldeanos, comenzaron a trabajar en el avión. Cada día había nuevos desafíos: encontrar piezas, arreglar el motor y aprender sobre la mecánica del misterioso aparato. Mientras tanto, una sombra extraña se cernía sobre Aldeaviva: un grupo de mercenarios estaba al tanto del proyecto y tenían planes oscuros.

Una tarde, mientras trabajaban, una tempestad apareció sin previo aviso, y el ruido del viento era ensordecedor.

"¡Rápido! No podemos dejar que la tormenta acabe con nuestro sueño!" - gritó Tomás, levantando las herramientas.

Al día siguiente, una propicia calma envolvió el pueblo, y al amanecer, el avión estaba listo. Los aldeanos se reunieron en el campo.

"¡Hoy volaremos!" - proclamó Sir Hugo, su corazón latiendo con fuerza.

Pero en el momento en que estaban a punto de despegar, unos rostros conocidos, los mercenarios que habían estado esperando, emergieron de la sombra de los árboles.

"¡Hugo! ¡No puedes volar! Ese artefacto es nuestro, ¡y no dejaremos que te vayas!" - gritó el líder de los mercenarios, Blasco.

"¿Por qué? ¡Solo queremos ver el mundo desde los cielos!" - exclamó Sir Hugo, frunciendo el ceño.

"Porque ese avión es la llave para conquistar el mundo. Si vuelas, nadie podrá detenernos a nosotros!" - respondió Blasco, con una sonrisa malévola.

Los aldeanos estaban asustados, y Sir Hugo sintió cómo la sombra de la amenaza se acercaba. Sin embargo, recordando el trabajo en equipo y la unión que los había hecho fuertes, Sir Hugo hizo un llamado a sus amigos.

"¡Juntos! ¡Podemos persuadirlos! No queremos pelear, solo compartir y aprender." - propuso.

Tomás asintió con determinación, y otros aldeanos lo hicieron también. Cuando Sir Hugo se acercó a los mercenarios, se sintió pequeño, pero su voz resonó con la confianza adquirida a lo largo de su aventura.

"Puede que estemos en bandos opuestos, pero ¡todos tenemos un sueño!" - dijo Sir Hugo mientras el avión brillaba bajo el sol. "Imaginen un mundo donde podamos volar juntos, ver maravillas y aprender de otros. No tenemos que atacarnos entre nosotros. ¡Podemos ser amigos!"

El silencio llenó el aire. Blasco y su grupo se miraron entre sí, sorprendidos por la valentía de Sir Hugo.

"¿Amigos? Esa es una idea que nunca consideramos..." - murmuró Blasco, atormentado por un dilema.

En ese momento, el cielo se despejó y varias aves comenzaron a volar cerca del avión. Un canto melodioso llenó el aire, y algo cambió en la atmósfera.

Al final, Blasco se quedó indeciso. Mientras el viento soplaba, Sir Hugo y los aldeanos esperaron, no solo el resultado de esta confrontación, sino también el destino del avión.

El futuro permanecía incierto. Pero en Aldeaviva, una chispa de esperanza y valentía lanzó un mensaje: los sueños se pueden alcanzar y la unión puede vencer al miedo, aunque una decisión no haya sido tomada aún. Con un profundo suspiro, el caballero miró a sus amigos, y juntos, comenzaron a planear lo que vendría después, sin saber si volarían o no, pero seguros de que lo intentarían juntos.

Y así, la historia de Sir Hugo y su avión quedó marcada en Aldeaviva, un cuento de valentía, amistad y la fuerza de creerse capaces de soñar más allá de los límites.

La intriga de lo que pasará con el avión y la decisión de los mercenarios queda en el aire, como la esperanza propia de volar al mar.

FIN.

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