El Caballero de Oro y los Zombis del Bosque Encantado
Érase una vez, en un reino lejano, un valiente caballero conocido como el Caballero de Oro. Su armadura brillaba como el sol, y su corazón era tan noble como el oro mismo. Un día, mientras paseaba por el bosque encantado, escuchó un extraño rumor.
"¿Qué será ese sonido?" - se preguntó el Caballero de Oro.
Siguiendo el sonido, descubrió un grupo de zombis que merodeaban entre los árboles. Los zombis, aunque eran criaturas aterradoras, no eran malvados. Solo estaban tristes porque habían perdido su camino y no sabían regresar a sus casas.
"¡Ayuda! ¡Estamos perdidos!" - dijeron los zombis en coro.
El Caballero de Oro, en vez de asustarse, se acercó con valor y les preguntó:
"¿Por qué están aquí, amigos?"
"Nosotros éramos campesinos que un día nos perdimos en el bosque, y ahora hemos vuelto a la vida sin saber qué hacer. Queremos regresar a nuestro hogar, pero no encontramos el camino" - respondieron los zombis, tristes.
El caballero pensó que, a veces, lo que parece aterrador no siempre lo es. En lugar de pelear con ellos, decidió ayudarles.
"No se preocupen, los ayudaré a encontrar su camino de regreso. Juntos podemos hacerlo" - dijo con una sonrisa.
Los zombis, sorprendidos por su amabilidad, aceptaron de inmediato. Así, el Caballero de Oro y los zombis comenzaron a caminar por el bosque. Sin embargo, el camino estaba lleno de dificultades, como ríos caudalosos y árboles caídos.
"Esto es más difícil de lo que pensé" - dijo el Caballero de Oro, sintiendo un poco de desánimo.
"No te preocupes, nosotros podemos ayudar!" - intervinieron los zombis, mostrando su inesperada fuerza para mover los troncos y buscar ramas que les sirvieran de puente.
Mientras avanzaban, el Caballero de Oro aprendió que cada uno, sin importar su apariencia, tenía habilidades únicas.
El caballero usó su valentía y destreza para lidiar con los peligros, mientras que los zombis contribuyeron con su fuerza y conocimiento de las plantas del bosque.
En un momento, llegaron a un claro donde había un río muy caudaloso.
"¿Cómo cruzaremos esto?" - preguntó el Caballero.
"Podemos construir un barco con ramas y hojas!" - sugirió uno de los zombis. Todos trabajaron juntos, y en poco tiempo lograron construir una pequeña embarcación.
Subieron al barco y cruzaron el río, riendo y disfrutando del viaje.
Finalmente, después de muchos obstáculos y aventuras, llegaron a un hermoso pueblo donde los zombis solían vivir.
"¡Hemos llegado!" - gritaron los zombis, llenos de alegría.
Los habitantes del pueblo, asustados al principio, se dieron cuenta de que los zombis sólo querían regresar a casa. El Caballero de Oro se presentó ante ellos,
"No teman. Estos zombis son amigos míos. Solo quieren estar aquí, en su hogar, y no hay razón para asustarse. Son valientes y han aprendido a ayudar".
Los aldeanos, conmovidos por la bondad del caballero, decidieron abrir sus puertas. Juntos organizaron una gran fiesta donde zombies y habitantes bailaron y celebraron por la llegada de sus amigos.
El Caballero de Oro se sintió feliz. Había aprendido una lección valiosa: no hay que juzgar a las personas (o criaturas) por su apariencia, sino por su corazón.
Al despedirse, prometió visitar el pueblo cada vez que pasara por el bosque, y los zombis le agradecieron.
"¡Gracias, Caballero! Eres el mejor amigo que hemos tenido, aunque no seas un zombi" - dijeron mientras el caballero se alejaba, con su armadura brillando al sol.
Y así, el Caballero de Oro continuó su camino, sabiendo que había hecho amigos para toda la vida, y que en el mundo hay siempre algo bueno en cada uno de nosotros, sin importar cómo lucimos por fuera.
FIN.