El Caballero y el Castillo Perdido
Era un día espléndido en el reino de las Colinas Verdes. Un valiente caballero llamado Sir Eduardo montaba su hermoso caballo blanco, al que había llamado Nieve. Sir Eduardo era conocido por su noble corazón y su deseo de ayudar a quienes lo necesitaban. Un día, mientras exploraba un espeso bosque en busca de aventuras, se dio cuenta de que se había perdido.
"Oh, Nieve, ¿dónde estará el camino hacia el castillo?" - dijo Sir Eduardo, mirando a su alrededor con preocupación. El bosque era denso, y los árboles altos parecían altos murallas que lo mantenían cautivo.
Nieve, el caballo, olfateó el aire y empezó a andar hacia adelante, guiando a su caballero con la nobleza que lo caracterizaba. Sin embargo, después de mucho andar, se encontraron con un grupo de pequeñas criaturas del bosque: los duendes. Eran traviesos pero amistosos.
"¡Hola, caballero! ¿Qué haces aquí tan perdido?" - preguntó uno de los duendes, saltando de un pie al otro.
"Busco un castillo, pequeños amigos. He perdido mi camino y necesito llegar allí para cumplir con una noble misión" - respondió Sir Eduardo.
Los duendes se miraron entre sí, llenos de asombro.
"¡Un castillo! ¡Tenemos una pista!" - exclamó uno de ellos "Pero para llegar, deberás resolver tres acertijos. ¿Te atreves?"
Sir Eduardo aceptó encantado y se preparó para escuchar el primer acertijo.
"Soy ligero como una pluma, sin embargo, no me puedes ver. ¿Qué soy?" - preguntó el duende con una sonrisa pícara.
Sir Eduardo pensó largo y tendido.
"¡El aire!" - contestó finalmente con alegría.
"¡Correcto! Ahora vamos con el segundo. No puedo hablar, pero siempre respondo. ¿Qué soy?" - dijo el duende.
Después de reflexionar nuevamente, Sir Eduardo exclamó:
"¡Un eco!"
Los duendes aplaudieron y el último duende se preparó para hacer el tercer acertijo.
"Soy algo que puedes romper sin tocarlo. ¿Qué soy?" - preguntó con un guiño.
Esta vez, le llevó un poco más de tiempo a Sir Eduardo, pero finalmente comprendió:
"¡Una promesa!" - dijo con seguridad.
Los duendes, verdaderamente impresionados, celebraron su inteligencia.
"¡Has ganado! Te guiaremos hasta el castillo. Pero recuerda, siempre es bueno ayudar a otros en el camino" - dijo un duende.
Con la ayuda de sus nuevos amigos, Sir Eduardo y Nieve encontraron el camino hacia el castillo. En el camino, se toparon con un anciano que estaba recogiendo leña. Cuando el anciano vio al caballero y a su caballo, sonrió y les dijo:
"¡Por favor, ayúdame a cargar esta leña!"
Sir Eduardo no dudó un instante.
"Claro, buen hombre. Es un honor ayudar" - respondió, y pronto se unió al anciano.
Una vez que terminaron, el anciano, agradecido, les dijo:
"Tu bondad no pasará desapercibida. El castillo está justo al final de este camino, y te espera. "
Con el corazón lleno de alegría, Sir Eduardo y Nieve continuaron su viaje y, después de un pequeño trecho, llegaron al magnífico castillo de Colinas Verdes, en donde se celebraba una fiesta a la que habían sido invitados todos los habitantes del reino.
"¡Hemos llegado!" - gritó Sir Eduardo, saltando de felicidad mientras Nieve relinchaba.
Al llegar, se dieron cuenta de que el castillo no solo era un lugar de celebración, sino también un hogar para todos aquellos que necesitaban recuerdos de bondad y valentía. Sir Eduardo comprendió que las verdaderas aventuras no siempre están en batallas o conquistas, sino en ayudar a los demás y en conocer personas que podrían hacer la diferencia en sus vidas.
El mensaje de la historia es que, a veces, perderse puede ser el primer paso hacia una aventura más grande, y que la amabilidad y el coraje son cualidades que siempre guiarán nuestro camino hacia un lugar mejor. Así, Sir Eduardo se convirtió en el caballero más querido del reino, no solo por su destreza, sino también por su gran corazón.
FIN.