El caballero y el dragón bondadoso



Había una vez, en un reino lejano, un caballero llamado Martín. Era valiente y audaz, pero también bondadoso y compasivo.

Sin embargo, Martín tenía un problema: el rey del reino lo obligaba a luchar contra todo tipo de criaturas temibles. Un día, el rey convocó a Martín a su castillo y le ordenó que se enfrentara al feroz dragón que había estado aterrorizando a los habitantes del pueblo cercano.

Aunque Martín no quería hacerle daño a nadie, sabía que debía obedecer al rey. Martín partió hacia el bosque donde se decía que vivía el dragón. Mientras caminaba por el sendero empedrado, encontró a una pequeña ardilla atrapada en una trampa.

Sin dudarlo, la liberó y la ardilla saltó de alegría antes de desaparecer entre los árboles. Cuando llegó al lugar donde supuestamente estaba el dragón, Martín se sorprendió al encontrarlo herido y débil.

El pobre dragón tenía una pata rota y no podía volar ni moverse con facilidad. "¡Oh! ¿Qué te ha pasado?" exclamó Martín preocupado. El dragón levantó la cabeza y lo miró con ojos tristes. "Me he lastimado mientras cazaba para alimentarme", respondió débilmente.

Martín sintió pena por él y decidió ayudarlo en lugar de luchar contra él como le había ordenado el rey. "No te preocupes", dijo amablemente. "Voy a cuidarte hasta que te recuperes".

Martín buscó ramas y hojas para hacer una especie de vendaje improvisado para la pata del dragón. Luego, buscó frutas y vegetales en el bosque para alimentarlo. Día tras día, Martín cuidaba del dragón herido. Le daba agua fresca, lo acariciaba suavemente y le contaba historias divertidas.

El dragón comenzó a confiar en él y los dos se hicieron amigos inseparables. Un día, mientras Martín estaba reagarrando bayas silvestres cerca de un río, escuchó gritos desesperados provenientes del pueblo cercano.

Corrió hacia allí y vio cómo el pueblo entero estaba siendo atacado por una banda de bandidos malvados. Martín sabía que tenía que hacer algo para ayudar a las personas inocentes. Miró al dragón con tristeza. "Debo ir a luchar contra esos bandidos", dijo preocupado. El dragón asintió comprensivamente.

"Lo sé amigo mío, ve y protege al pueblo". Martín montó rápidamente sobre el lomo del dragón y volaron juntos hacia el pueblo. Cuando llegaron, Martín saltó valientemente al suelo mientras el dragón rugía ferozmente frente a los bandidos.

Los bandidos se asustaron tanto que huyeron despavoridos sin mirar atrás. El pueblo entero vitoreó a Martín por su valentía y coraje. "¡Gracias! ¡Gracias!" exclamaban emocionados los habitantes del pueblo mientras rodeaban a Martín.

Poco después, el rey llegó al lugar acompañado por sus guardias. "¡Caballero Martín! ¡Has salvado a nuestro pueblo! Eres un verdadero héroe", exclamó el rey emocionado. Martín sonrió humildemente y miró al dragón, que había vuelto para asegurarse de que todo estaba bien.

"No hubiera podido hacerlo sin la ayuda de mi amigo aquí presente. Él es el verdadero héroe". El rey, impresionado por la valentía y nobleza de Martín, decidió cambiar sus órdenes.

A partir de ese día, Martín ya no estaría obligado a luchar contra criaturas temibles. En su lugar, sería reconocido como un protector del reino y se le permitiría ayudar a aquellos en peligro.

Y así, Martín y su amigo dragón vivieron felices para siempre, protegiendo al pueblo y demostrando que la amistad y la compasión pueden vencer cualquier obstáculo.

FIN.

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