El Caballero y el Dragón de Hierro



En un reino lejano, envuelto por los mágicos árboles de un bosque siempre verde, vivía un valiente caballero llamado Martín. Su armadura brillaba como el sol, y su espada, forjada de puro hierro, resplandecía con una luz especial. Pero había algo que lo hacía único: su gran corazón.

Un día, mientras exploraba el bosque, oyó un rugido aterrador.

"¿Qué fue eso?", se preguntó Martín, agarrando su espada con firmeza.

Siguió el sonido y pronto se encontró frente a un enorme dragón de hierro, con escamas brillantes que reflejaban el sol. Sus ojos eran azules como el cielo, y aunque su aspecto era imponente, parecía triste.

"Hola, valiente caballero", dijo el dragón con voz profunda.

"No temas, no estoy aquí para pelear".

"Pero, ¿por qué rugías así?", inquirió Martín, intrigado.

El dragón suspiró y respondió:

"Me llamo Drakan y estoy atrapado en este bosque. Busco un tesoro, pero he perdido mi camino. Los árboles son tan altos y me desoriento con facilidad".

Martín comprendió que el dragón no era un enemigo, sino un ser que necesitaba ayuda.

"¿Cómo puedo ayudarte, Drakan?"

"Necesito encontrar el Árbol de los Deseos. Si llego a él, podré pedir un deseo que me ayude a salir de aquí".

Decidido a ayudar, Martín hizo una pausa para pensar. Recordó las historias de su infancia sobre el Árbol de los Deseos, que si se encontraba, podía cumplir un anhelo sincero.

"¡Vamos!", exclamó. "Yo te ayudaré a encontrarlo".

Así, juntos, comenzaron a adentrarse en el bosque. A medida que avanzaban, Martín se dio cuenta de que el dragón, a pesar de su gran tamaño y fuerza, se sentía vulnerable y asustado. De repente, se encontraron con un arroyo que bloqueaba su camino.

"No puedo cruzar eso", dijo Drakan con un toque de temor.

Martín pensó rápidamente.

"No te preocupes, yo puedo ayudarte. Usa tus alas para volar sobre el agua mientras yo salto".

El dragón tomó una profunda respiración y usando sus poderosas alas, se elevó por el aire, cruzando el arroyo con gracia. Martín, aprovechando su oportunidad, realizó un salto que lo llevó al otro lado.

"¡Lo lograste!", animó Martín.

"Ahora sigamos buscando el Árbol de los Deseos".

Pero no pasó mucho tiempo antes que se encontraran con un denso grupo de arbustos espinosos. El dragón se mostró inseguro.

"No puedo pasar sin lastimarme".

Martín miró a su alrededor y tuvo otra idea.

"Puedo cortar los espinos con mi espada, pero necesito que estés preparado para guiarme".

Con la ayuda de Drakan, Martín talló con cuidado los espinos, creando un camino seguro. Al cruzar, Martín dijo:

"Cada uno tiene sus fortalezas. Juntos, somos más fuertes".

Finalmente, después de un largo viaje lleno de desafíos, llegaron a un claro donde se alzaba un hermoso Árbol de los Deseos. Las hojas brillaban como el oro bajo la luz del sol.

"Lo logramos", dijo Martín, emocionado.

"Ahora, ¿qué deseas, Drakan?".

Drakan miró a su alrededor y pensó con cuidado.

"No quiero oro ni joyas. Solo deseo encontrar mi camino de vuelta a casa y ayudar a otros en su camino, para que nunca se sientan perdidos".

Martín sonrió, aplaudiendo la nobleza del deseo de su nuevo amigo.

"Ese es un deseo puro. Ask the tree, it will help you".

Drakan se acercó al árbol y pidió su deseo. Una luz brillante emanó del árbol y envolvió al dragón.

"Gracias, Martín. Ahora puedo regresar a casa y usar mi fuerza para el bien".

Martín se despidió de Drakan, quien lo miró con gratitud.

"Nunca olvidaré tu ayuda, valiente caballero".

Y así, el caballero y el dragón forjarían una amistad que duraría para siempre, recordando que, aunque en ocasiones nos sintamos perdidos, juntos podemos encontrar el camino y hacer el bien en el mundo.

FIN.

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