El Caballito de Madera de Julián
Había una vez, en un pueblo lejano llamado Villa Sonrisas, un niño llamado Julián. Julián era un niño amable y curioso, pero había un pequeño problema: no tenía con quién jugar. Todos sus amigos parecían estar siempre ocupados o preferían jugar a cosas que a él no le gustaban. A menudo, los días se le hacían largos y solitarios.
Un día, mientras paseaba por el mercado con su mamá, Julián vio un hermoso caballito de madera en una de las tiendas. Era de un color marrón brillante con crines doradas. Cuando lo vio, su corazón latió con fuerza.
"¡Mamá, mirá ese caballito!" - exclamó Julián.
"Es realmente bonito, Julián. ¿Te gustaría tenerlo?" - le preguntó su mamá.
"Sí, pero... es un poco caro y no tengo suficiente dinero" - dijo Julián, bajando la mirada.
Su mamá se agachó y le sonrió.
"¿Sabés? Si trabajás un poco, podrías ahorrar y comprarlo con tus propios ahorros. Además, podrías usarlo para hacer amigos."
La idea brilló en la mente de Julián. Desde ese día, comenzó a buscar pequeñas tareas para hacer en casa y en el vecindario. Ayudaba a sus vecinos a regar las plantas, a pasear perros y a organizar juguetes en el parque. Poco a poco, logró juntar el dinero que necesitaba.
Finalmente, después de semanas de esfuerzo, Julián compró el caballito de madera. Estaba tan feliz que no podía contenerse.
Cuando llegó a casa, no solo tuvo la idea de jugar con él, sino que decidió que sería mejor compartirlo. Así que un día, fue al parque donde siempre veía a otros niños jugar. Colocó el caballito en el centro y esperó a que alguien se acercara.
Al principio, los otros niños lo miraron con curiosidad.
"¿Ese es tu caballito, Julián?" - preguntó una niña llamada Clara.
"Sí, lo compré yo. Pero, ¿querés jugar conmigo?" - ofreció Julián, sonriendo.
Clara, sorprendida por la invitación, se acercó.
"¿Puedo montar primero?" - preguntó emocionada.
"¡Claro! Vamos a turnarnos" - dijo Julián, sintiéndose más feliz que nunca.
Así, Julián comenzó a compartir su caballito y pronto se hizo amigo de Clara y de otros niños del barrio. Cada tarde, el parque se llenaba de risas y juegos, y el caballito de madera se convirtió en el centro de atención.
Pero un día, mientras jugaban, ocurrió algo inesperado. El caballito se rompió de un golpe fuerte. Julián se sintió triste y un poco culpable.
"¡Oh, no! El caballito..." - lloró Julián. Los niños lo miraron con preocupación.
"No te pongas triste, Julián. ¡Podemos arreglarlo!" - dijo un niño llamado Lucas, acercándose con una sonrisa.
"¿Arreglarlo? No sé cómo..." - respondió Julián, con un hilo de voz.
"Bueno, podemos intentar. ¡Vamos a buscar materiales y a hacer una fiesta de reparaciones!" - sugirió Clara.
Así, los niños se unieron. Trajeron clavos, pegamento, pintura y muchas ideas. Pasaron el día trabajando juntos, riendo y compartiendo historias.
Finalmente, el caballito de madera no solo fue reparado, ¡sino que recibió un nuevo aspecto! Lo pintaron de colores vibrantes, con estrellas y arcoíris. Julián, contento, miró a sus amigos.
"Gracias por ayudarme. Me siento muy afortunado de tener amigos como ustedes" - dijo Julián, con una sonrisa más grande que nunca.
Los niños celebraron el nuevo caballito y decidieron que, a partir de ese día, lo cuidarían todos juntos.
"Este caballito ya no es solo tuyo, ahora es de todos nosotros" - proclamó Lucas.
Así fue como Julián no solo encontró compañía al compartir su caballito, sino que también aprendió la importancia de la amistad, el trabajo en equipo y el valor de ayudar a los demás. Desde entonces, nunca más se sintió solo. Y Villa Sonrisas se llenó de risas y diversión, todo gracias a un pequeño caballito de madera y la generosidad de un niño especial.
FIN.