El Caballito de Madera Mágico



Era una tarde soleada en un pequeño barrio de la ciudad. Andrés Goretti y su amiga Teresa estaban jugando en el parque. De repente, descubrieron un viejo caballito de madera apoyado contra un árbol. Tenía un aire misterioso, como si hubiera vivido muchas aventuras.

- ¡Mirá, Teresa! -dijo Andrés emocionado- ¡Un caballito de madera! Nunca había visto uno así.

- Sí, Andrés. ¡Es hermoso! Pero está un poco desgastado -respondió Teresa, acariciando la cabeza del caballito-. ¿Te imaginas cuántas historias habrá tenido?

Andrés se agachó y tocó el caballito, que de repente brilló con una luz suave. Ambos retrocedieron sorprendidos.

- ¿Qué fue eso? -preguntó Teresa con los ojos muy abiertos.

- No lo sé, pero tal vez sea un caballito mágico -exclamó Andrés.

- ¡Vamos a llevarlo a casa y a ver si nos cuenta sus secretos! -sugirió Teresa, y sin más, ambos decididos, decidieron llevarse el caballito.

Esa noche, mientras sus padres estaban en la cocina, Andrés y Teresa sentaron al caballito sobre la alfombra y comenzaron a hablarle.

- Hola, caballito. ¿Tenés alguna historia que contarnos? -preguntó Andrés, un poco tímido.

Para su asombro, la cabeza del caballito se movió ligeramente y una voz suave y melodiosa se escuchó:

- Claro que sí, pequeños amigos. He viajado por muchos mundos.

- ¡Increíble! -gritaron al mismo tiempo.- ¿De verdad?

- Sí, he sido parte de ferias y fiestas, he corrido por praderas y he conocido a muchos animales. Pero lo más importante es que siempre he aprendido algo de cada lugar. -dijo el caballito con nostalgia.

- ¿Y qué aprendiste? -preguntó Teresa, cada vez más intrigada.

- Aprendí sobre la amistad, el valor de ayudar a otros y a nunca rendirse, sin importar cuán difícil sea el camino -respondió el caballito.

Andrés y Teresa se miraron emocionados. Quería vivir esas experiencias, así que le pidieron al caballito que los llevara a una aventura.

- Está bien, pero deberán ser valientes -les dijo el caballito. Y antes de que se dieran cuenta, comenzaron a girar y, de repente, estaban en un mágico bosque lleno de colores brillantes.

- ¡Mirá cuántos árboles! -exclamó Teresa mientras corría por el lugar.

- ¿Y esos animales? -señaló Andrés. Había un grupo de conejitos, un zorro juguetón y un búho sabio.

El caballito les dijo que debían ayudar a los animales del bosque, que estaban preocupados porque el río que les daba agua se había secado. Así que juntos, decidieron investigar.

- Vamos a ayudarles -dijo Andrés con determinación. - No podemos decepcionar a nuestros nuevos amigos.

- Sí, ¡podemos hacer algo! -agregó Teresa, con el corazón latiéndole fuerte.

El trío recorrió el bosque, escuchando las historias de los animales. El zorro les explicó:

- Hay una gran roca bloqueando el paso del agua desde la montaña. ¡Si la movemos, todo volverá a funcionar!

Andrés miró a Teresa.

- ¿Podremos moverla? -preguntó.

- Juntos seguro que sí. -respondió Teresa.

Los animales se unieron a ellos. Con esfuerzo y trabajo en equipo, lograron empujar la roca, y una corriente cristalina comenzó a fluir nuevamente. Todos los animales aplaudieron,

- ¡Lo logramos! -gritó Andrés, emocionado.

- ¡Gracias, amigos! -dijo el búho. - Han mostrado un gran valor y amistad.

El caballito sonrió, y en ese momento, iluminó el lugar con una luz brillante. De repente, Andrés y Teresa estaban de vuelta en su sala, con el caballito de madera frente a ellos.

- ¿Fue real? -preguntó Andrés respirando agitado.

- Sí, lo fue -dijo el caballito. - Aprendieron que trabajando juntos, pueden lograr grandes cosas. Nunca olviden el poder de la amistad y la colaboración.

Andrés y Teresa sonrieron, sintiéndose más unidos que nunca. Desde ese día, se convirtieron en los mejores amigos, siempre dispuestos a ayudar a los demás. Y cada vez que miraban el caballito de madera, recordaban la importancia de ayudar y trabajar en equipo.

Y así, el caballito de madera no solo les enseñó sobre las aventuras, sino también la valía de ser un buen amigo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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