El Caballo Azul y la Fiesta de los Amigos
Era un hermoso día en el Parque de la Alegría, un lugar mágico donde todos los animales vivían en armonía. Allí, había un caballo azul llamado Azulejo, que era conocido por su brillante color y su gran sonrisa. Azulejo pasaba sus días corriendo, saltando y jugando con su mejor amigo, un niño llamado Nico.
- ¡Mirá, Nico! - relinchó Azulejo, agitándose de entusiasmo. - ¡Hoy es el día de la Gran Fiesta de los Amigos en el parque!
- ¡Sí, Azulejo! - respondió Nico, con una gran sonrisa. - Me muero de ganas por ver a todos nuestros amigos.
El parque se estaba preparando para la fiesta. Todos los animales estaban emocionados, decorando los árboles con cintas de colores y llenando el aire con música alegre.
Mientras tanto, en una esquina del parque, dos nuevos animales se acercaban: una pequeña tortuga llamada Tula y un conejo juguetón llamado Rocco.
- ¡Hola! - gritó Tula, un poco tímida. - Somos nuevos aquí y escuchamos que habrá una fiesta...
- ¡Sí! - interrumpió Rocco, saltando a su lado. - ¡Nos encantaría ser parte de eso!
Nico se acercó a ellos con una amplia sonrisa.
- ¡Por supuesto que pueden! Todos son bienvenidos. ¡El parque es para compartir y divertirnos juntos! ¿Quieren ayudarnos a organizar la fiesta?
- ¡Sí! - exclamaron Tula y Rocco al unísono.
Mientras los cuatro amigos trabajaban juntos, comenzaron a notar que no todos los animales estaban tan felices. Un grupo de aves miraba desde una rama, con una expresión de preocupación.
- ¿Qué les pasa? - preguntó Azulejo, volviendo la vista hacia las aves.
- No sabemos qué hacer para la fiesta - dijo una pequeña ave llamada Lila. - No tenemos decoración y nos gustaría participar.
Nico sonrió y les dijo:
- ¡Podemos hacer que todos participen! ¡Ustedes pueden traer plumas y flores del bosque!
Las aves se iluminaron y comenzaron a volar en busca de decoraciones. Mientras tanto, los amigos comenzaron a planear una serie de juegos.
En el camino, se dieron cuenta de que la fiesta estaba tomando una forma increíble, pero aun faltaba algo.
- ¡Necesitamos una gran sorpresa! - propuso Rocco.
- ¡Podemos hacer un espectáculo! - sugirió Tula, emocionada. - Yo puedo mostrarles mis habilidades de nadadora. ¡Y todos pueden participar!
- ¡Es una idea brillante! - dijo Azulejo, relinchando de felicidad.
Y así, el grupo se puso a ensayar. Azulejo hacía malabares con algunas nueces mientras Tula nadaba en el estanque, y Rocco saltaba por los aires, haciendo reír a todos.
El día de la fiesta, todos los animales llegaron al parque emocionados con sus decoraciones y sonrisas.
- ¡Miren cómo han adornado el parque! - exclamó Nico, asombrado por la creatividad de sus amigos.
La fiesta comenzó a lo grande. Con juegos, música y risas. Pero la gran sorpresa llegó cuando Azulejo se subió a un pequeño escenario improvisado y dijo:
- ¡Ahora, nuestros amigos Tula y Rocco nos mostrarán su increíble espectáculo!
Todos aplaudieron mientras Tula se lanzaba al estanque y hacía su danza mágica en el agua. Rocco saltaba alrededor, haciendo acrobacias. La risa y la alegría contagiaron a todos los asistentes.
Al final del día, mientras los animales comenzaban a despedirse, Lila se acercó a Nico y Azulejo.
- Gracias por invitarnos y hacernos sentir parte de esta maravillosa fiesta. Nunca había tenido tantos amigos.
- ¡Y nosotros estamos felices de tenerlos! - respondió Azulejo, relinchando con alegría.
Fue un día lleno de risas y aventuras, donde aprendieron que, sin importar lo diferentes que fueran, todos podían ser amigos y participar de la diversión. Así, el Parque de la Alegría se convirtió en un lugar aún más especial, donde cada ser era valioso y donde la unión siempre traía sonrisas.
Y así, cada vez que miraban al cielo, recordaban que la verdadera magia está en la amistad y en compartir momentos alegres juntos.
FIN.