El Caballo de Cinco Patas



En una granja muy divertida, donde los animales eran amigos y siempre hay algo por hacer, vivía un caballo llamado Paticorto. Pero Paticorto no era un caballo cualquiera... tenía cinco patas. ¡Sí, cinco! Y por eso, siempre tenía problemas para andar.

Un día, mientras intentaba dar una vuelta alrededor del establo, Paticorto se enredó en sus propias patas y terminó dando un salto extraño.

- ¡Ay, cómo duele! -exclamó- No puedo galopar como los demás.

Los animales que lo miraban se acercaron preocupados. La gallina Cloclo, con su plumaje brillante, fue la primera en hablar:

- ¡No te preocupes, Paticorto! ¡Nosotros te vamos a ayudar!

Entonces, el divertido perro Firulais se acercó y ladró con entusiasmo:

- ¡Mirá! Podemos hacer un entrenamiento especial. ¡Vamos a inventar algo!

Así fue como comenzaron las ocurrencias. La oveja Lanita propuso que Paticorto practicara saltando a la cuerda. Uno, dos, tres... ¡pero sus cinco patas se seguían enredando!

- ¡Esto no funciona! -gruñó Paticorto, mientras los demás animales reían a mandíbula suelta.

- Quizás deberíamos hacer una competencia de baile, así lo haces con ritmo -sugirió el pato Patito, moviendo su pico al compás de su propia música.

Y así, los animales organizaron una fiesta de baile. Se pusieron sombreros de colores y comenzaron a saltar y girar. Paticorto trató de seguirlos, pero terminó bailando un extraño tango con sus patas enredadas.

- ¡Eres el campeón del baile, Paticorto! -aseguró el cerdo Mantecoso, mientras movía su pancita de un lado para otro.

Pasaban los días, y Paticorto seguía practicando bailes, saltos y hasta se unió a las carreras en línea recta, aunque siempre se caía, se levantaba y sacudía su melena. El cariño y las risas de sus amigos le daban fuerzas.

Un buen día, mientras practicaba, se dio cuenta de que con sus cinco patas podía equilibrarse mejor que nunca y decidió intentar algo diferente.

- ¡Voy a intentar galopar!

Los animales lo miraron emocionados. Paticorto puso toda su energía en correr y, para su sorpresa, ¡empezó a avanzar a un ritmo diferente!

- ¡Vamos, Paticorto! -animaban todos.

Y con un gran impulso, empezó a galopar. ¡Era increíble! Aunque no tan rápido como los demás, tenía su propio estilo con ese extra de pata.

- ¡Miren, puedo galopar! -gritó Paticorto lleno de alegría.

Los demás animales aplaudieron y brincaron por la felicidad de su amigo.

- ¡Eres el mejor, Paticorto! -dijo Cloclo, imaginando su próxima guerra de baile.

Desde ese día, Paticorto comprendió que no importaba cuántas patas tuviera, lo que realmente contaba era la amistad y que, con ayuda de sus divertidos amigos, podía hacer cosas sorprendentes. Y así, cada tarde, juntos galopaban por la granja, riendo, bailando y disfrutando de su preciosa amistad.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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