El Caballo, la Oveja y la Tormenta



Había una vez, en un hermoso prado, un caballo llamado Rayo y una oveja llamada Lanita. Rayo era un caballo fuerte y veloz, con un pelaje brillante que reflejaba el sol. Lanita, por su parte, era una oveja suave y tierna, siempre contenta en su mundo de pasto verde.

Un día, mientras Rayo galopaba libremente por el campo, decidió hacer una visita a su amiga Lanita.

"¡Hola, Lanita! ¿Cómo estás hoy?" - preguntó Rayo, acercándose a la oveja.

"¡Hola, Rayo! Estoy feliz, pastoreando en este hermoso prado. Pero me parece que se viene una tormenta. Mira esas nubes oscuras" - respondió Lanita, señalando con su pequeño hocico.

Rayo, al mirar el cielo, notó que las nubes realmente se estaban acumulando. Sin embargo, era un día tan bonito que decidió no preocuparse.

"Oh, eso no es nada. ¡Podremos correr juntos hasta el gran árbol y allí estará más seguro!" - dijo Rayo, emocionado.

Lanita dudó por un momento.

"Pero Rayo, si no buscamos refugio, podría empezar a llover pronto. Además, no soy tan rápida como vos..." - se preocupaba.

Rayo, decidido a no dejar que el miedo detuviera su aventura, le dijo:

"¡Vamos, Lanita! La diversión nos espera. Te prometo que te protegeré".

Así, Rayo y Lanita empezaron a correr. Mientras tanto, la tormenta comenzaba a asustar a otros animales del prado que buscaban refugio. Un pajarito voló cerca y gritó:

"¡Rayo! ¡Hay que encontrar un refugio! La lluvia ya viene".

"¡Pero no hay tiempo! ¡Estamos casi allí!" - exclamó Rayo, mientras corrían.

Las nubes descargaron su furia en forma de lluvia y viento. Rayo y Lanita llegaron al gran árbol justo a tiempo. Atrapados bajo sus ramas, vieron cómo la tormenta azotaba el prado.

"Bien hecho, Rayo. Pero me gustaría que hubiésemos buscado refugio antes" - le dijo Lanita, mientras temblaba.

Al poco rato, una fuerte ráfaga de viento hizo caer una rama del árbol opaco que les daba sombra y tranquilidad. Rayo reaccionó rápidamente.

"¡Lanita, cuidado!" - gritó, empujándola a un costado justo a tiempo.

"¡Gracias, Rayo! Eres mi héroe" - dijo Lanita, aliviada pero aún asustada.

La tormenta duró unos minutos, pero entre el fuerte tronar y la lluvia, Lanita se sentía tan pequeña y vulnerable. Sin embargo, Rayo estaba a su lado.

"A veces, las tormentas pueden ser aterradoras, pero también son parte de la vida. Solo hay que ser valientes y estar allí el uno para el otro" - dijo Rayo con una voz tranquilizadora.

Finalmente, la lluvia cesó, el sol empezó a asomar y un hermoso arcoíris surgió en el horizonte.

"¡Mirá, Lanita! ¡Es precioso!" - exclamó Rayo, viéndolo surgir tras la tormenta.

"¡Es hermosísimo! Dicen que después de una tormenta siempre llega la calma. Nunca pensé que podría ser tan bonito" - dijo Lanita, llena de alegría.

Desde ese día, cada vez que se asomaba una tormenta, Lanita recordaba lo que aprendió de Rayo.

"La vida tiene sus altibajos, pero siempre podemos encontrar la belleza incluso después de una oscuridad" - afirmó, mirando al horizonte.

Y así, Rayo y Lanita aprendieron que juntos podían enfrentar cualquier desafío y disfrutar del sol, del pasto y de las aventuras que la vida les ofrecía por delante. Vivieron felizmente, siempre recordando la importancia de tenerse el uno al otro.

****

FIN.

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