El Caballo Sin Cabeza
En el tranquilo pueblo de Villa Colibrí, los días transcurrían entre risas y juegos. Pero, un día, la calma se vio interrumpida por un extraño rumor. "Dicen que en el bosque vive un caballo sin cabeza", susurraban los niños mientras jugaban al escondite.
Intrigada, la pequeña Valentina decidió investigar. "No puede ser cierto. Un caballo sin cabeza, ¡es imposible!", pensó mientras se colocaba su sombrero de exploradora.
Valentina llamó a sus amigos: "Chicos, ¡vamos a ver si podemos encontrarlo!". Marcelo, el más valiente, se adelantó: "Yo no tengo miedo. Vamos ya!"
Juntos se adentraron en el espeso bosque, lleno de árboles altos y ruidos misteriosos. Mientras caminaban, Valentina encontró un rastro de huellas grandes y profundas. "Miren esto, ¡alguien o algo pasó por aquí!", exclamó, llena de emoción.
"¡Es el caballo sin cabeza!", gritó Sofía, asustada. "¿Y si nos encontramos con él?".
"No se preocupen, ¿y si resulta que en realidad no es un caballo sin cabeza sino un amigo que está perdido?", sugirió Luis, siempre optimista.
Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde un caballo de pelaje dorado estaba parado. Tienía una gran manta sobre su cuello. "No tiene cabeza", gritó Marcelo, pero cuando se acercaron, vieron que la manta era tan grande que cubría su cabeza completamente.
"Es un caballo con manta, no un caballo sin cabeza", se rió Valentina. El caballo, al verlos, se acercó con curiosidad, moviendo su cola emocionado.
Los niños se dieron cuenta de que el caballo, aunque parecía diferente, estaba muy feliz. "Hola amigo", dijo Valentina, acariciando su lomo. "¿Por qué llevas esa manta tan grande?"
El caballo rebuznó suavemente, como si respondiera. Entonces Sofía dijo: "Quizás tiene frío y busca compañía. Hay que ayudarlo a encontrar su hogar".
"¡Buena idea!", respondió Luis. Los niños decidieron llevar al caballo de regreso al pueblo. Con cada paso que daban, el caballo troteaba junto a ellos, y pronto todos se encariñaron mucho con él.
Al llegar a Villa Colibrí, los habitantes se asustaron al ver al misterioso caballo, pero Valentina salió al frente: "¡No es un caballo sin cabeza, es nuestro nuevo amigo! Venimos a ayudarlo".
Después de contar la historia, los adultos se dieron cuenta de que habían estado tan asustados por un rumor sin fundamento. "Los rumores a veces nublan la vista, y nos hacen perder la oportunidad de conocer algo nuevo", dijo el anciano del pueblo. Todos acordaron que era importante no dejarse llevar por la superficialidad de las apariencias.
Valentina propuso algo: "Hagamos una fiesta para celebrar la llegada de este hermoso caballo. ¡Se merece un hogar en nuestro pueblo!"
Así que organizaron una gran fiesta en la plaza. Decoraron con globos y banderines, prepararon comida y, lo más importante, llenaron de cariño al caballo. Todos se acercaban a tocarlo y jugar con él. Y desde aquel día, el caballo se convirtió en la estrella de Villa Colibrí.
Los niños aprendieron a no juzgar por las apariencias y a investigar siempre los hechos. 363 días después, Valentina, Sofía, Luis, Marcelo, y el caballo dorado, que ahora se llamaba —"Destello" , se convirtieron en los mejores amigos, mostrando que la amistad y la curiosidad siempre triunfan sobre el miedo y los rumores.
"¡Gracias por ser mi voz!", hizo el caballo, esta vez mirando a los niños alzada la cabeza con energía y pujanza. Todos rieron y aplaudieron, alegres de haber hecho del bosque un lugar más seguro y divertido.
Así, lo que empezó como un simple rumor se convirtió en una gran lección de amistad y valentía, recordando siempre que lo que parece extraño puede ser la puerta a una maravillosa aventura.
FIN.