El Caballo y el Tajamar Mágico



Era un atardecer hermoso en el campo, y el sol pintaba el cielo de tonos anaranjados y rosas. Cerca de un tajamar reluciente, un caballo llamado Copito se encontraba disfrutando de un delicioso fardo de pasto fresco. Copito era un caballo curioso y aventurero, siempre dispuesto a explorar el mundo que lo rodeaba.

Mientras masticaba su fardo, vio que algo brillaba en el agua del tajamar. "¿Qué será eso?", se preguntó, levantando la cabeza del fardo.

Decidido a averiguarlo, Copito se acercó al borde del tajamar y se asomó. Allí, vio a un pequeño pez dorado que nadaba en círculos, como si estuviera esperando por él. "¡Hola, caballo!", dijo el pez con una voz melodiosa. "¡Hola! ¿Cómo te llamas?" - preguntó Copito emocionado. "Soy Dorado, el pez mágico. He estado esperando a alguien que sea curioso y tenga buen corazón."

Copito, intrigado, preguntó: "¿Qué necesitas de mí, Dorado?"

"He estado atrapado aquí, pero tú podrías ayudarme a salir de este tajamar. A cambio, te concederé un deseo."

Copito se quedó pensativo. Quería ayudar al pez, pero también soñaba con explorar más allá del campo que conocía. "¿Cómo puedo ayudarte?" - dijo el caballo.

"Puedes usar tu fuerza para abrir un pequeño hueco en la orilla. Así podré nadar hacia la libertad."

Sin pensarlo dos veces, Copito comenzó a cavar con sus patas. Después de un rato, hizo un hueco lo suficientemente grande para que Dorado pudiera salir. El pez dorado saltó con alegría y, en un destello de luz, lo miró agradecido. "Gracias, Copito. Ahora podrás pedir tu deseo. Pero recuerda, elige sabiamente."

Copito pensó en todas sus aventuras y en lo que más deseaba. Finalmente, con una sonrisa, dijo: "Me gustaría poder volar y ver el mundo desde las nubes."

"Muy bien", asintió Dorado. "Cierras los ojos y contaré hasta tres. Cuando los abras, estarás volando sobre el campo. Uno... dos... tres!"

De pronto, Copito sintió una extraña sensación en su espalda. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que tenía alas brillantes y coloridas. "¡Guau! ¡Estoy volando!" - gritó emocionado. Salió disparado hacia el cielo, disfrutando de la brisa y del paisaje desde las alturas.

Sin embargo, después de un rato, se dio cuenta de que al volar tan alto, se sentía un poco solo. Extrañaba a sus amigos, las aves, y hasta el sonido de la brisa en el campo. Entonces pensó en lo que realmente significaba ser feliz. "Dorado, quiero volver a ser solo un caballo. No necesito volar para ser feliz."

El pez, que había estado observando, sonrió. "Sabía que eso pasaría. A veces, lo que realmente deseamos es estar rodeados de los que amamos y sentirnos cómodos."

"Quiero volver a ser como antes, por favor."

"Muy bien, amigo. Cierra los ojos de nuevo. Uno... dos... tres!"

En un abrir y cerrar de ojos, Copito volvió a la orilla del tajamar, en su forma original, pero ahora con una lección valiosa en su corazón.

"Gracias, Dorado. Aprendí que la verdadera felicidad no está en lo que tenemos, sino en las experiencias que vivimos con nuestros amigos."

"Eso es exactamente lo que quería que descubrieras. Muchas veces buscamos cosas que creemos que nos harán felices, pero a veces, la felicidad está en lo simple."

Desde aquel día, Copito no solo disfrutaba del atardecer en el tajamar, sino que también pasaba más tiempo con su familia y amigos, explorando juntos cada rincón del campo y creando recuerdos inolvidables. Así, Copito, el caballo curioso y aventurero, encontró la magia en lo cotidiano, aprendiendo que compartir momentos con quienes ama es el verdadero tesoro de la vida. Y, cada atardecer, cuando miraba al tajamar, siempre recordaba a su amigo Dorado y la lección que le enseñó.

Y así, el caballo siguió viviendo aventuras, pero esta vez, con el corazón lleno de alegría y rodeado de amigos, recordando siempre la importancia de lo que realmente vale - la compañía y el amor.

FIN.

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