El cachorro Bruno


Clara y Julio se sentían muy felices en su nueva casa, la vista era impresionante. Cada tarde, sin excepción, se sentaban en el balcón para ver el atardecer. Sin embargo, faltaba algo... un compañero animal.

Pero ellos habían hecho una promesa de no tener perros. Para ellos dos era importante mantener esa promesa. Hasta que Lili les invitó a conocer a 7 cachorros que había encontrado abandonados en la calle.

Clara y Julio aceptaron la invitación con emoción. Cuando llegaron a la casa de Lili, los cachorros estaban corriendo por todo el jardín.

Uno de ellos llamó la atención de Clara y Julio: Bruno era un cachorro marrón con unas manchas blancas alrededor del hocico. "Es tan lindo", dijo Clara acariciándolo. "Sí, pero nos hemos prometido no tener perros", respondió Julio dudoso. "Entiendo cómo se sienten", intervino Lili, "pero estos cachorros necesitan un hogar donde puedan ser amados y cuidados".

Clara y Julio reflexionaron sobre lo que acababa de decirles su vecina mientras jugaban con los cachorros. Al finalizar la visita tomaron una decisión: adoptarían a Bruno.

El primer día en casa fue emocionante para todos: Bruno corría por toda la casa explorando cada rincón mientras Clara y Julio reorganizaban su hogar para adaptarlo a las necesidades del nuevo integrante de la familia.

Sin embargo, pronto comenzaron las dificultades: Bruno mordisqueaba todo lo que encontraba a su paso; rompía zapatos e incluso llegó a morder una silla. Clara y Julio no sabían cómo hacer para que Bruno dejara de comportarse así. "No podemos seguir así", dijo Julio frustrado, "tal vez fue un error adoptarlo".

"No digas eso", respondió Clara, "solo necesitamos aprender cómo educarlo". Así que buscaron información sobre la educación canina y comenzaron a aplicarla con Bruno.

No fue fácil, pero poco a poco comenzaron a ver resultados: Bruno ya no mordisqueaba todo lo que encontraba y obedecía las órdenes básicas. Con el tiempo, se dieron cuenta de que tener un perro era mucho más que solo tener una mascota.

Era una responsabilidad enorme pero también era gratificante ver cómo Bruno crecía feliz y saludable en su hogar. Un año después de adoptar a Bruno, Clara y Julio celebraban juntos la puesta del sol en su balcón mientras observaban como su perro jugaba en el jardín.

"¿Te acuerdas cuando dijimos que nunca tendríamos un perro?", dijo Julio sonriendo. "Sí", respondió Clara también sonriendo, "pero gracias a Lili conocimos al mejor amigo que podríamos pedir".

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