El cachorro zorro perdido
En un hermoso bosque, vivía la familia Conejo: Papá Conejo, Mamá Coneja y sus cuatro pequeños conejitos. Desde hacía días, los padres estaban preparando con mucho amor y dedicación el nido para la llegada de los bebés.
Colocaron hojas suaves, ramitas perfumadas y flores coloridas para que fuera el lugar más acogedor del bosque. Finalmente, el día tan esperado llegó. Los conejitos empezaron a asomar sus narices rosadas y orejas largas por el nido.
Papá Conejo y Mamá Coneja no podían contener la emoción al ver a sus crías saludando tímidamente al mundo exterior. "¡Miren qué hermosos son nuestros hijos!", exclamó Mamá Coneja con ternura.
"Sí, son lo más preciado que tenemos en nuestras vidas", respondió Papá Conejo con una sonrisa radiante. Los pequeños conejitos se llamaban Pancho, Lola, Tito y Mora.
Cada uno tenía su propia personalidad: Pancho era curioso e inquieto, Lola era dulce y cariñosa, Tito era valiente y aventurero, y Mora era traviesa pero muy inteligente. Los días pasaban entre juegos en el bosque, lecciones sobre cómo encontrar comida y cuidarse de los peligros que acechaban en la naturaleza.
Papá Conejo enseñaba a los pequeños a saltar alto para esquivar piedras puntiagudas, Mamá Coneja les mostraba cómo reconocer las plantas venenosas y buscar las más sabrosas hierbas para alimentarse.
Una tarde soleada, mientras los conejitos jugaban cerca del arroyo cantarín que cruzaba el bosque, escucharon un ruido extraño proveniente de unos arbustos cercanos. Todos se pusieron alerta ante cualquier peligro que pudiera acecharlos. "¿Qué será eso?", preguntó Pancho con temor. "Tranquilos mis queridos conejitos", dijo Mamá Coneja tratando de calmarlos.
"Voy a investigar qué es ese ruido". Con cautela se acercó a los arbustos mientras los demás permanecían atentos desde lejos. De repente, salió corriendo un cachorro perdido de zorro que lloraba desconsolado al no poder encontrar a su mamá.
Los conejitos sintieron compasión por él a pesar del miedo inicial. Mamá Coneja decidió ayudarlo guiándolo de regreso hacia su madriguera donde lo esperaba ansiosa su madre zorra. "Nunca deben temer ayudar a quienes lo necesitan", les enseñó Mamá Coneja.
"La compasión siempre nos hace crecer como seres humanos". El cachorro zorro fue reunido con su madre gracias a la valentía y bondad de la familia Conejo.
Desde ese día todos compartieron momentos juntos aprendiendo unos de otros sobre respeto mutuo e igualdad en aquel hermoso bosque donde reinaba la armonía entre todas las criaturas que habitaban allí.
FIN.