El cacique en su choza



Había una vez, en un hermoso paraje de la selva argentina, un cacique llamado Tahu. Su choza estaba rodeada de árboles altos y ríos cristalinos. Todos los días, Tahu salía a pescar al amanecer, cuando el sol empezaba a asomarse por el horizonte. Él creía que el amanecer traía buenas energías a su pueblo.

Un día, mientras pescaba con su red, escuchó a una pequeña niña que lloraba. Intrigado, decidió dejar la pesca por un momento y fue a ver qué sucedía.

"¿Qué te pasa, pequeña?" - preguntó Tahu, agachándose para mirar a la niña.

"Perdí mi estrella de papel que hice para la danza del festival de la luna. Sin ella, no podré bailar" - respondió la niña con tristeza.

Tahu, recordando la importancia de las danzas y festivales en su tribu, sintió que debía ayudarla. "No te preocupes, juntos la encontraremos", dijo el cacique con una sonrisa. Los dos comenzaron a buscar entre los arbustos y a lo largo del río.

Mientras buscaban, Tahu le contó a la niña sobre los secretos de la pesca y cómo la naturaleza siempre les da lo que necesitan. "La pesca no es solo atrapar peces, también es una danza con el agua y el sol. ¿Lo ves?" - le explicó mientras lanzaba su red.

"¡Qué hermoso!" - exclamó la niña, emocionada.

Después de un rato, Tahu recordó que solía encontrar cosas especiales cuando él mismo danzaba. "Vamos a hacer una danza junto al río, tal vez la estrella te encuentre a ti y a mí también!" - sugirió.

El cacique comenzó a bailar, y la niña lo siguió con alegría. Se movían, como si fueran parte del corriente del río, girando y saltando. De pronto, entre risas y movimientos, algo brilló en la orilla.

"¡Mira!" - gritó la niña. Era su estrella de papel, atrapada en unas ramas. La niña corrió y la recogió con lágrimas de felicidad.

"¡La encontré, la encontré! Gracias, Tahu!" - exclamó.

Tahu, muy contento, también sonrió. "Ves cómo a veces, cuando creemos que no hay respuestas, solo necesitamos danzar junto a lo que amamos. La vida es así, pequeña. Debemos siempre buscar en lo que nos rodea, dejar que la luna y las estrellas nos guíen."

Al caer la noche, mientras la luna iluminaba la selva y las estrellas empezaban a brillar, Tahu y la niña decidieron regresar a la choza del cacique. "Tahu, ¿me enseñarás a danzar como tú?" - preguntó la niña entusiasmada.

"Claro, si quieres, mañana será un nuevo día de danza y pesca, para que todos en la tribu lo vean" - le respondió Tahu.

Esa noche, bajo el cielo estrellado, Tahu pensó en la maravilla del mundo que lo rodeaba. La naturaleza, el sol, la luna, las estrellas... todo era parte de una danza mágica que unía a su pueblo. Y así, en la choza del cacique, no solo se celebró la danza, sino también la amistad y la conexión con la naturaleza.

Y desde ese día, cada amanecer, el cacique y la niña salían a pescar juntos y siempre recordaban el día en que la danza las unió.

Fin.

FIN.

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