El Café de las Mañanas



Había una vez, en un pintoresco pueblito argentino, dos amigas inseparables: Michelle y Anali. Todas las semanas, esperaban con ansias el fin de semana para poder ir al rancho de la abuelita de Michelle y disfrutar de esas mañanas mágicas llenas de café humeante y galletitas caseras.

Un hermoso sábado por la mañana, ambas decidieron que era un gran día para visitar a la abuelita. Michelle, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:

"¡No puedo esperar para probar el café de la abuela! ¡Es el mejor del mundo!"

Anali, con su espíritu entusiasta, agregó:

"Y no olvidemos las galletitas de nuez que siempre tienen ese sabor especial."

Cuando llegaron al rancho, el aire fresco y el canto de los pájaros les dieron la bienvenida. La abuelita estaba en la cocina, preparando su famoso café.

"¡Hola, mis amores! ¡Qué alegría verlas!"

Las chicas se abrazaron a la abuelita y se sentaron a la mesa mientras el aroma del café llenaba la habitación.

"¿Quieren ayudarme a hornear galletitas?"

"¡Sí, por favor!" exclamó Anali, mientras Michelle asentía con entusiasmo.

Las tres se pusieron a trabajar en la cocina, midiendo ingredientes y compartiendo risas. Pero de repente, un fuerte ruido venía del exterior. Las chicas se asomaron y vieron que el viento había volado el sombrero de la abuelita, llevándolo hacia el bosque cercano.

"¡Oh no! Mi sombrero favorito!" dijo la abuelita preocupada.

Michelle y Anali se miraron, decididas a ayudar a la abuelita.

"¡No te preocupes, abuelita! Vamos a buscarlo"., dijo Michelle valientemente.

"Sí, ¡no dejaremos que ese sombrero se escape!" agregó Anali entusiasmada.

Luego de una corta discusión sobre cómo seguir hacia el bosque, decidieron que lo mejor sería dividirse.

"Yo iré por el lado izquierdo." propuso Anali.

"Y yo por el lado derecho." dijo Michelle.

Ambas prometieron encontrarse en un punto común si no lograban el sombrero antes.

Mientras caminaban, Anali encontró un grupo de mariposas de colores brillantes.

"¡Mirá, Michelle! ¡Son hermosas!" exclamó Anali.

"¡Sí! ¡Pero ahora tenemos que concentrarnos en el sombrero!" subrayó Michelle.

Siguiendo el sendero, Michelle llegó a un claro del bosque, donde el sombrero descansaba sobre una piedra. Emocionada, corrió hacia él.

"¡Lo encontré!" gritó. Pero mientras intentaba alcanzarlo, escuchó un ruido detrás de ella.

Era un pequeño ardillita que había decidido jugar con el sombrero.

"¡Oh, no! Lo está llevando de nuevo!" dijo Michelle, prácticamente riendo de la travesura.

A pesar de la situación, no se rindió.

"Necesito tener una idea. ¡Ya sé!" pensó y comenzó a hacer ruidos divertidos para llamar la atención de la ardillita. Así, mientras Michelle atraía al pequeño animal, Anali apareció corriendo.

"¿Qué sucede?"

"¡El sombrero! ¡Está con la ardilla!" dijo Michelle señalando la dirección.

Ambas se pusieron a hacer ruidos, brincando y moviendo los brazos, hasta que la curiosa ardillita se acercó, interesada por tanto alboroto. La pequeña logró atrapar al ardillita con astucia y, con cuidado, le sacó el sombrero.

"¡Lo hicimos!" gritó Anali, levantando el sombrero en alto.

"¡Vamos a volver!"

Cuando regresaron al rancho, la abuelita las recibió con un gran abrazo.

"Mis valientes guerreras, ¡tienen mi sombrero!"

"¡Fue una gran aventura!" dijo Anali.

Juntas, terminaron de hornear las galletitas y disfrutaron del café. Esa mañana fue especial, no solo por el delicioso manjar que compartieron, sino porque aprendieron la importancia de la amistad y el trabajo en equipo.

Desde ese día, cada vez que disfrutaban de un café juntas, recordaban aquella aventura en el bosque y lo bien que lo pasaron.

Y así, Michelle y Anali continuaron visitando el rancho, donde cada mañana era una nueva oportunidad para compartir momentos especiales y crear recuerdos inolvidables con su querida abuelita.

FIN.

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