El calcetín mágico de Monserrat



Había una vez una niña llamada Monserrat que tenía una importante fiesta a la que debía asistir dentro de unas horas.

Estaba muy emocionada y se preparaba para lucir su vestido favorito junto con unos calcetines rojos que le encantaban. Pero cuando fue a buscar los calcetines en su cajón, se dio cuenta de que uno de ellos no estaba.

Monserrat comenzó a preocuparse, ¿dónde podría haber ido ese calcetín? Pensó en todas las posibilidades: tal vez la sirvienta lo había confundido con otra prenda al hacer la limpieza, o tal vez su traviesa hermana menor lo había tomado para jugar. Monserrat decidió investigar el misterio del calcetín perdido.

Primero, fue a preguntarle a la sirvienta si lo había visto. La señora Marta, quien siempre era muy amable y atenta, respondió: "No he tocado tus calcetines, querida Monserrat. Me aseguré de dejar todo en orden después de hacer la limpieza".

Entonces Monserrat fue a buscar a su hermana menor, Luciana. La encontró jugando con sus muñecas y le preguntó: "Luci, ¿has visto mi calcetín rojo?".

Luciana levantó sus pequeños hombros y dijo: "No sé dónde está tu calcetín Monse, yo solo juego con mis juguetes". Después de descartar estas dos opciones, Monserrat recordó algo importante: ¡su perro Max! Max era un cachorro lleno de energía y siempre estaba buscando cosas nuevas para morder y jugar.

Decidió ir a buscarlo y ver si tenía alguna pista sobre el calcetín perdido. Cuando encontró a Max en el jardín, lo vio mordisqueando algo rojo.

¡Era su calcetín! Monserrat se acercó rápidamente y le dijo: "¡Max, ese es mi calcetín! Lo necesito para la fiesta de esta noche". Max soltó el calcetín y movió su cola con emoción, como si supiera que había hecho algo malo.

Monserrat se agachó para acariciar a Max y le explicó: "Max, entiendo que te guste jugar con mis cosas, pero este calcetín es muy importante para mí. Tenemos que aprender a respetar las pertenencias de los demás". Mientras Monserrat hablaba con Max, su mamá apareció en el jardín.

Había visto todo desde la ventana y sonrió al ver cómo su hija manejaba la situación. Se acercó a ellos y dijo: "Monse, estoy orgullosa de cómo has resuelto este problema. Recuerda siempre ser amable y comprensiva cuando alguien cometa un error".

Con el tiempo justo antes de la fiesta, Monserrat corrió dentro de casa para lavar el calcetín y prepararse para lucirlo en la celebración. Mientras lo hacía, reflexionó sobre las lecciones aprendidas.

Aprendió que no siempre debemos culpar sin pruebas claras ni juzgar apresuradamente a los demás por nuestras pérdidas. También comprendió la importancia del respeto mutuo hacia las pertenencias de cada uno. Finalmente llegó a la fiesta con su vestido favorito y sus dos calcetines rojos.

Todos se maravillaron de lo hermosa que lucía y ella sonrió, sabiendo que había aprendido una valiosa lección sobre la amabilidad, la comprensión y el respeto.

FIN.

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